Guía Cereza
Publicado hace 2 semanas Categoría: Poesía erótica 136 Vistas
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Será un misterio, una pregunta sin respuesta…

el saber de ti, mi musa,

la que en el mundo de mi imaginación

fue mía en infinidad de veces,

donde éramos cómplices en silencio,

haciendo de lo imposible un ritual sagrado.

Nos pertenecimos en lo prohibido,

desnudos de juicio,

vistiéndonos solo de deseo.

En cada encuentro mental,

te sentí entregarte sin miedo,

recibiendo lo que el mundo nos negó...

sexo… lujuria… amor… y pasión.

Todo a la vez, todo contigo.

Y aunque nunca fuiste mía…

en mis pensamientos lo eras tanto,

que aún ahora, en el eco de tu ausencia,

mi piel recuerda cómo gemías sin voz…

cómo ardías sin tocarte…

cómo me hacías perder la cordura

solo con imaginarte...

y fue ahí, en la intimidad de mis pensamientos,

donde te vi soltar el pudor,

donde tus ojos...cerrados o entreabiertos...

se volvían confesiones sin palabras.

Te inclinabas suave, como quien se entrega sin reservas,

y yo… me arrodillaba ante tu altar carnal,

donde tus suspiros eran salmos

y tu cuerpo… mi religión.

Mis labios recorrían cada parte

como quien lee una carta sagrada escrita en tu piel.

El ritmo lento al principio…

hasta que tus caderas pedían más.

Y yo obedecía,

con hambre, con furia, con ternura sucia.

Eras mía, en esa realidad alterna donde todo es permitido,

donde tus uñas me marcaban el alma

y tu voz ...ahogada de placer...

me hacía pecar sin culpa.

Y justo antes del clímax mental,

te susurraba al oído,

aunque estuvieras lejos...

No despiertes todavía…

aún no hemos terminado de soñar.

entonces tu me respondias.

No con frases.

Con la forma en que tus labios se entreabrieron,

con esa mirada entre deseo y entrega

que decía sin decir...hazme tuya… aquí, aunque sea en pensamiento...

Tus manos bajaron lentamente por tu cuerpo,

como si supieran exactamente dónde me gustaría tocarte.

Y cuando tu ropa ya no cubría nada,

cuando la luz de la pantalla apenas dibujaba tu silueta,

mi cuerpo ya no aguantó más.

Mi mente gritaba tu nombre en silencio,

mientras imaginaba que eras tú quien guiaba cada movimiento.

Tus dedos, no los míos.

Tu lengua, no mi aliento.

Tus gemidos, no mis pensamientos.

Y en esa danza invisible, entre la pantalla y mi cama,

tú gemías mi nombre sin pronunciarlo,

mordiéndote el labio para no romper el hechizo,

para que esa fantasía fuera tan real

como el calor que brotaba entre tus piernas

y el temblor que sentí en el alma.

Y justo antes del final…

tus ojos cerrados, tus manos quietas,

y una frase en susurro digital:

Ahora sigue tú… quiero verte perder la razón como yo.

Y cuando creí que ya no podía más,

Te arqueaste lentamente como una ola en calma

que de pronto estalla con toda su fuerza.

Tus piernas temblaban, tu respiración era fuego contenido,

y yo...

yo solo podía mirar y maldecir la distancia.

Mi mano apretaba las sábanas,

pero en mi mente era tu cintura,

era tu pelo mojado de sudor,

era tu voz pidiéndome que no pare,

que te lo haga más lento…

más profundo…

más sucio.

Quería devorarte con los ojos,

pero mis pensamientos ya te habían penetrado mil veces,

en todas las posiciones que no existen en libros sagrados,

pero sí en mis fantasías más oscuras.

Te imaginé montándome, hundiéndote sin freno,

como si quisieras castigarme con placer,

como si tu infierno fuera la única forma de alcanzar el cielo.

Y justo cuando sentí que todo se rompía,

que no quedaba más de mí que deseo líquido,

tú gemiste mi nombre como si lo escupieras entre orgasmos,

como si tu cuerpo dijera ...sí... mientras tu alma explotaba en mí.

Y caímos juntos,

desnudos de culpa,

sucios de deseo,

mojados de fantasía…

pero con el alma limpia por haberlo vivido,

aunque solo haya sido en mi mente.

Ahí entendí que no eras mía,

pero esa noche, me perteneciste más que cualquier realidad....

Nunca sabré si eres real...

si del otro lado había piel o solo humo,

si tus silencios eran deseo contenido

o simple desinterés disfrazado de misterio.

Fuiste mi musa del silencio,

mi fantasía inacabada,

el nombre que evocaba orgasmos mentales

y palabras que jamás se atrevieron a salir de tu boca.

Quizá solo fui un loco escribiéndole a un fantasma,

o tal vez fui el hombre que encendió fuegos

en alguien que nunca supo cómo apagarlos.

Me quedo con tus no-respuestas,

con tus vistas sin huella,

con el eco de lo que pudo ser

y el calor de lo que nunca fue.

Hoy me despido sin rencor,

pero con las ganas intactas…

de haberte hecho mía

aunque fuera solo con palabras.

Adiós, musa de mis pecados mentales,

ojalá algún día me leas

y sientas aunque sea un estremecimiento...

porque entonces sabré que fui real para ti,

aunque solo por dentro.

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