
Compartir en:
Anoche te soñe...
con una blusa que apenas cubre lo que más provoca.
Te vi acostada, piernas entreabiertas,
y una sonrisa traviesa que sabía exactamente lo que hacía conmigo.
Mis dedos no te tocaban, pero te recorrían en cada palabra.
Deslicé mis pensamientos por tu cuello,
bajé con cada idea escrita,
hasta perderme entre tus muslos…
como quien se arrodilla ante una diosa vestida de deseo.
No dije nada…
solo respiraba el aire caliente de tu piel inventada,
y en mi mente, tus gemidos eran poesía que no necesitaba rima.
Te movías lento, como si supieras que te estaba mirando,
como si disfrutaras sabiendo que ya no pensaba, solo sentía.
Y cuando ya no pude más…
cuando el cuerpo me pedía que no siguiera solo imaginando,
me rendí.
Porque no se puede escribir eternamente sin mojar el alma,
y tú... tú me mojaste más que cualquier musa.
No sé si me soñaste…
pero quiero convertirme en eso que no se olvida,
en ese pensamiento que se cuela entre tus sábanas…
cuando la luna entra por tu ventana y el silencio te arropa.
Quiero ser esa voz que no puedes callar,
el susurro que te recorre la piel sin tocarte,
la imagen que se instala detrás de tus ojos cerrados
y te hace apretar los labios… por dentro y por fuera.
Imagíname ahí,
frente a ti, mirándote con hambre contenida…
solo con palabras…
solo con el deseo que brota entre líneas
y que se arrastra despacio por tu ombligo de fuego.
Quiero que mis textos se queden en ti como un tatuaje invisible,
que los recuerdes al rozar tus muslos,
al moverte dormida,
al verte en el espejo y pensar...
Solo él supo escribirme así…
Y si algún día alguien te toca,
quiero que cierres los ojos y te traicione la memoria…
que mi voz vuelva,
que mi deseo se mezcle con el tuyo,
y termines imaginándome…
donde más te gusta.