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Gustavo, un hombre de 57 años con una vida llena de experiencias, se encontraba en Cali, una ciudad vibrante y llena de vida. Había llegado allí por negocios, pero su mente no podía dejar de vagar hacia pensamientos más íntimos. Había oído hablar de una mujer, Tatiana, una madura de 45 años que, según los rumores, era una verdadera diosa en el arte del placer. Su descripción era tentadora: tetona, con un sexo grande y un clítoris prominente, como una cresta de gallo, y un culo apretado y casi virgen, a pesar de sus amplias caderas. Gustavo no podía resistir la curiosidad de conocerla.
La tarde caía sobre Cali cuando Gustavo se dirigió al lugar donde había quedado en encontrarse con Tatiana. Era un pequeño café en el centro de la ciudad, con mesas al aire libre y un ambiente relajado. Allí, sentado en una mesa discreta, la vio acercarse. Tatiana era aún más impresionante en persona: su cabello oscuro caía en ondas sobre sus hombros, y sus ojos verdes brillaban con una mezcla de timidez y deseo. Llevaba un vestido ajustado que resaltaba sus curvas generosas, especialmente sus pechos abundantes y sus caderas anchas.
"Gustavo, supongo", dijo Tatiana con una voz suave y seductora, sentándose frente a él. Su presencia era magnética, y Gustavo sintió un escalofrío recorrer su espalda.
"Tatiana, es un placer conocerte", respondió él, intentando mantener la compostura. "Gracias por aceptar mi invitación".
Ella sonrió, y en ese momento, Gustavo supo que estaba a punto de vivir una experiencia inolvidable. Charlaron durante un rato, hablando de cosas triviales para romper el hielo, pero la tensión sexual entre ellos era palpable. Tatiana jugueteaba con su cabello, mirándolo de reojo, mientras Gustavo no podía apartar los ojos de sus labios carnosos y su escote sugerente.
"¿Te gustaría ir a un lugar más privado?", preguntó Tatiana finalmente, inclinándose hacia adelante y dejando que su vestido se ajustara aún más a su cuerpo. Gustavo asintió, sintiendo que su corazón latía con fuerza. Se levantaron y caminaron en silencio hacia el apartamento de Tatiana, que no estaba lejos.
Al entrar, Gustavo fue recibido por un aroma a velas aromáticas y música suave de fondo. El lugar era acogedor y sensual, con luces tenues y almohadones dispersos por el suelo. Tatiana se acercó a él, tomando su mano con delicadeza.
"¿Quieres una copa?", preguntó, guiándolo hacia el sofá. Gustavo aceptó, y ella desapareció brevemente en la cocina, regresando con dos copas de vino tinto. Se sentaron uno al lado del otro, y Tatiana se acurrucó cerca de él, su cuerpo rozando el suyo.
"Cuéntame, Gustavo", susurró ella, "qué es lo que te trae a Cali, además de mí".
Él sonrió, sintiendo la calidez de su aliento en su cuello. "Negocios, principalmente, pero también la curiosidad de conocer a una mujer como tú".
Tatiana rió suavemente, su mano deslizándose por el muslo de Gustavo. "Me alegra haber despertado tu curiosidad. Y ahora, ¿qué te parece si dejamos de lado las formalidades y nos conocemos un poco mejor?".
Sin decir una palabra, Gustavo asintió, sintiendo que su deseo crecía con cada segundo. Tatiana se puso de pie, tomándolo de la mano y guiándolo hacia el dormitorio. La habitación estaba iluminada por la luz de las velas, creando una atmósfera íntima y seductora. Ella se detuvo frente a él, mirándolo fijamente a los ojos.
"¿Te gustan mis pechos, Gustavo?", preguntó, desabrochando lentamente el vestido y dejándolo caer al suelo. Allí estaba ella, en toda su gloria, con un cuerpo maduro y exuberante. Sus pechos eran enormes, con pezones rosados y erectos, y su vientre era suave y curvilíneo. Pero lo que más llamó la atención de Gustavo fue su sexo, grande y carnoso, con un clítoris prominente que parecía pedir atención.
"Eres... increíble", murmuró él, sintiendo que su polla se endurecía en sus pantalones.
Tatiana sonrió, acercándose a él y deslizando sus manos por su pecho. "Y tú, Gustavo, pareces saber lo que una mujer necesita".
Se besaron apasionadamente, sus labios fundiéndose en un baile de deseo. La lengua de Tatiana era cálida y húmeda, explorando su boca con avidez. Gustavo la abrazó con fuerza, sintiendo sus pechos presionarse contra su torso. Ella gimió suavemente, frotando su cuerpo contra el suyo, y él supo que era el momento de llevar las cosas al siguiente nivel.
Con manos temblorosas, Gustavo desabrochó su cinturón y bajó sus pantalones, liberando su polla erecta. Tatiana la miró con ojos brillantes, arrodillándose frente a él y tomándola con ambas manos.
"Mmm, qué delicia", murmuró, pasando su lengua por la cabeza de su polla. Gustavo cerró los ojos, sintiendo un placer intenso recorrer su cuerpo. Tatiana comenzó a chuparla con habilidad, moviendo su cabeza hacia arriba y hacia abajo, mientras sus manos masajeaban sus testículos.
"Tatiana... eres increíble", jadeó Gustavo, sintiendo que se acercaba al borde.
Pero ella se detuvo, mirándolo con una sonrisa pícara. "Aún no, Gustavo. Quiero que me pruebes de otra manera".
Se puso de pie, tomándolo de la mano y guiándolo hacia la cama. "Acuéstate", ordenó, y Gustavo obedeció, sintiendo la suavidad de las sábanas bajo su cuerpo. Tatiana se posicionó sobre él, sus pechos colgando sobre su rostro.
"Ahora, Gustavo", susurró ella, "es hora de que conozcas mi secreto".
Con un movimiento fluido, Tatiana se dio la vuelta, presentando su culo apretado y casi virgen a Gustavo. Su ano era pequeño y rosado, rodeado por unas nalgas carnosas y tentadoras.
"Nunca he... estado con alguien así", admitió Gustavo, sintiendo una mezcla de excitación y nerviosismo.
Tatiana sonrió, alcanzándo un frasco de lubricante de la mesita de noche. "No te preocupes, Gustavo. Te guiaré".
Ella se arrodilló en la cama, separando sus nalgas y revelando su ano estrecho. "Comienza despacio", instruyó, "y déjate llevar por el placer".
Gustavo, con el corazón latiendo con fuerza, tomó un poco de lubricante en sus dedos y comenzó a masajear el ano de Tatiana. Ella gimió suavemente, relajando sus músculos y permitiendo que su dedo entrara lentamente.
"Oh, sí...", susurró ella, "así, Gustavo, así...".
Él continuó explorando, añadiendo un segundo dedo y moviéndolos con cuidado. Tatiana se movía al ritmo de sus dedos, su cuerpo respondiendo al placer anal. Su clítoris, prominente y erecto, pedía atención, y Gustavo no pudo resistir la tentación de acariciarlo con su otra mano.
"¡Ahhh!", exclamó Tatiana, arqueando su espalda y presionando su culo contra la mano de Gustavo. "Sigue, por favor, sigue...".
Gustavo, sintiendo que su propia excitación crecía, retiró sus dedos y se posicionó detrás de ella. Su polla, dura y lista, apuntaba hacia el ano de Tatiana.
"¿Lista?", preguntó, su voz ronca de deseo.
Tatiana asintió, mordiéndose el labio inferior. "Sí, Gustavo. Hazme tuya".
Con un movimiento lento y controlado, Gustavo penetró el ano de Tatiana. Ella gimió, sintiendo la invasión, pero también el placer intenso que la llenaba. Gustavo se detuvo, permitiendo que se adaptara a su tamaño, antes de comenzar a moverse con suavidad.
"Oh, Gustavo...", susurró Tatiana, "es... increíble...".
Él sonrió, sintiendo la calidez de su cuerpo rodeándolo. Comenzó a moverse con más fuerza, encontrando un ritmo que los llevaba a ambos al borde del éxtasis. Tatiana se movía con él, su cuerpo respondiendo a cada embestida, su clítoris hinchado y sensible.
"¡Sí, sí, sí!", gritó ella, sintiendo que se acercaba al orgasmo. "Más fuerte, Gustavo, más fuerte...".
Gustavo, llevado por el deseo, aumentó la velocidad y la intensidad de sus embestidas. Tatiana se aferró a las sábanas, su cuerpo temblando de placer. Su culo, apretado y caliente, abrazaba la polla de Gustavo, y él supo que no podría durar mucho más.
"Tatiana...", jadeó, "voy a... voy a correrme...".
"¡Hazlo, Gustavo!", gritó ella, "lléname con tu leche...".
Con un grito final, Gustavo alcanzó el clímax, su polla pulsando dentro del ano de Tatiana mientras su semen la llenaba. Tatiana, sintiendo la calidez de su semen, también llegó al orgasmo, su cuerpo convulsionando de placer.
Ambos se derrumbaron en la cama, exhaustos y satisfechos. Gustavo se acurrucó detrás de Tatiana, abrazándola con fuerza.
"Eres... increíble", murmuró él, besando su hombro.
Tatiana sonrió, girándose para mirarlo. "Y tú, Gustavo, has despertado en mí un deseo que no sabía que existía".
Se besaron suavemente, sus labios sellando el pacto de una noche inolvidable. Pero mientras se acurrucaban en la cama, Gustavo no podía dejar de pensar en lo que el futuro les deparaba. ¿Sería este el comienzo de algo más? ¿O simplemente una noche de pasión que quedaría en sus memorias?
La respuesta, al igual que el destino, permanecía en el aire, dejando un rastro de posibilidad y deseo que solo el tiempo podría revelar.