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Esta noche dibujé tu nombre con ceniza,
formé un círculo de deseo con mis dedos,
y quemé el último de mis rezos…
para invocarte.
Encendí velas con el fuego que me dejas entre las piernas
y murmuré en voz baja tu hechizo:
Tú que eres deseo con cuerpo de demonia.
Ven, no vengas con ropa.
Ven con tus pecados y tus ganas.
Ven como en mis sueños:
con la lengua dispuesta, con la mirada que sentencia.
Si no vienes, seguiré el ritual cada noche,
hasta que mi alma te pertenezca,
o el infierno mismo se apiade de mí.Porque ya no sé si quiero salvarme…
o quedarme atado a tus invocaciones eternas
Y llegaste…
Descalza, con la noche pegada a la piel,
con la lengua mojada de hechizos,
y el deseo brillando como joya entre tus piernas.
No dijiste palabra,
Te sentaste sobre el altar erguido que ardía con mi nombre,
y me ofreciste tu boca como castigo.
Mordí el pecado sin culpa,
Te tomé como si fueras mi última promesa,
y ty te arqueas como si el placer fuera un conjuro.
En tus gemidos se rompieron todos mis rezos.
Te amé como se ama en los rituales:
con fuego, con dientes, con respiración entrecortada…
como si cada embestida fuera un sello mágico,
como si tu cuerpo fuera el libro prohibido
que estuve destinado a leer con la lengua
No supe si gemías… o invocabas dioses con la voz quebrada.
Solo sé que tu espalda se arqueo como si el universo la atravesara,
y tus uñas dejaron mapas sobre mi piel como testamento del deseo.
Yo también me rompí dentro de ti,
en mil fragmentos que sabían a sal, a fuego y a eternidad.
Fue entonces que lo entendí:
no era sexo, era destino.
No era pasión, era un hechizo eterno.
Y cuando nuestros cuerpos dejaron de moverse,
nuestras almas seguían cojiendo en otra dimensión,
donde el tiempo no existe,
y el pecado es una forma sagrada de amar.
Cada vez que cierra los ojos…
yo te poseo en silencio,
Y tu vuelves a venir…
aunque no digas mi nombre.