Guía Cereza
Publicado hace 4 días Categoría: Voyerismo 178 Vistas
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Giovanna, recibió al novio de su mamá en la puerta y le invito a pasar, con su juventud desbordante y su belleza arrolladora, se movía con desenfado por la sala, su falda corta y amplia ondeando con cada paso. Su camiseta delgada, sin brasier, resaltaba la firmeza de sus pechos, que se movían suavemente con su caminar. Gustavo, sentado se fue directo a una silla, mientras la chica se sentaba   en el sofá, Él no podía evitar sentir la tensión en el aire, esa electricidad que siempre surgía cuando ella estaba cerca. A sus 57 años, sabía que no debería mirarla de esa manera, pero Giovanna tenía un imán que lo atraía inevitablemente.


—¿Quieres ver cómo me masturbo? —preguntó ella de repente, su voz cargada de una mezcla de inocencia y provocación. Sus ojos brillaban con una picardía que no intentaba disimular—. Ah, pero eso sí, tú no me tocas. Aprovechemos que mi mamá está en el trabajo, ¿vale?


Gustavo tragó saliva, sintiendo cómo su corazón se aceleraba. Sabía que esto estaba mal, que era una línea que no debería cruzar, pero la tentación era demasiado grande. Giovanna se acercó, su presencia llenando el espacio entre ellos, y se sentó en el borde del sofá, justo frente a él. Su falda se elevó ligeramente, revelando un atisbo de su tanguita, y Gustavo desvió la mirada, intentando mantener la compostura.


—A ver, muéstrame qué sabes hacer contigo misma —dijo él, su voz ronca, tratando de sonar casual, aunque por dentro estaba en llamas.


Giovanna sonrió, una sonrisa que prometía mucho más de lo que las palabras podían expresar. Con un movimiento lento y deliberado, llevó sus manos a sus pechos, acariciándolos con suavidad. Sus dedos trazaron círculos alrededor de sus pezones, que ya comenzaban a endurecerse bajo la tela fina de su camiseta. Gustavo observó, hipnotizado, mientras ella cerraba los ojos, sumida en su propio placer.


—¿Te gusta lo que ves? —murmuró ella, sin abrir los ojos, su voz baja y seductora.


Su sexo rebosa por los lados de su pequeña tanga, y sus dedos juguetean con ellos. Sus manos acarician sus pezones que terminan por endurecerse aún más. Los pellizca suavemente dejando que sus dedos froten su dureza. Acaba quedando con las piernas abiertas y mostrando su minúscula tanga, y unos pechos erectos que se mueven sensualmente al compás de su cuerpo.


No para de acariciarlos dulcemente, de pellizcarse los pezones, de rozar con la yema de sus dedos esos duros pezones que rematan esos pechos tan bellos, que no paran de moverse, de bambolearse ayudado por el movimiento de su cuerpo. La imagen de Gustavo mirándola fijamente la tiene cada vez más excitada. Le gusta, le excita saberse así de sensual y deseada.


Su mano derecha hace tiempo que no para de acariciar su clítoris por encima de la tanga, de pellizcarse los labios que sobresalen por los lados y darles pequeños tironcitos que la están volviendo loca. Sus jadeos cada vez son más fuertes, más sonoros, más excitantes.


Coloca una pierna sobre la silla y se dedica a abrir su sexo todo lo que puede. Se clava la tela delgada entre los labios y aún más cuando coge entre sus dedos la tanga y tira hacia arriba, moviéndola suavemente hacia los lados, de manera que la cinta negra acaba arrastrando sus labios de un lado a otro, uniéndolos, dejándolos escapar, por un lado, para de nuevo introducirse entre ambos separándolos, para volver a dejarlos escapar por el lado opuesto. Vuelve a tirar hacia arriba, notando cómo acaba queriendo penetrar en su sexo.


Se demora en este juego un buen rato, sin prisas, jugando con sus labios, con el roce de su tanga sobre su clítoris, sobre su vulva, que palpita de deseo, notando sobre su sexo los latidos de su acelerado corazón.


Tiene la tanga totalmente empapada de la humedad que está sintiendo. Le gusta estar así. Ya no tiene intención de negarse a nada con Gustavo, con lo que acaba abandonándose al placer y bajando su tanga, quedando desnuda bajo la falda.


Sus manos están acariciando su clítoris con movimientos rítmicos, sus tetas reproducen esa cadencia incrementando la sensualidad del momento. Abandona momentáneamente su clítoris porque sus dedos están entrando por fin en su húmedo sexo.


Tiene dos dedos lo más profundo que ha podido meterlos dentro de la vagina. Despacio, sin movimientos bruscos. Simplemente ha colocado dos dedos en la entrada, y suavemente, ha ido empujando sin retroceder hasta que el resto de la mano frena en los labios húmedos. Han sido increíble los miles de sensaciones que ha tenido en un momento. Poco a poco los va retirando, despacio, notando cómo su sexo vuelve a cerrarse, como si no hubiera estado totalmente entregada a su propia penetración un instante antes.


Saca los dedos y despacio los lleva a su boca para sentir su sublime sabor. Se excita. Sentir el sabor de su raja en su boca, es algo que siempre acaba llevándola a la locura. La chupa despacio, sacando todo el sabor, notando la textura tan peculiar que adquieren cuando los mete en su sexo. Esa humedad, ese tacto, esa viscosidad, ese sabor, ese olor, la transportan a un mundo de sensaciones que siempre la desborda. Como se está sintiendo ahora.


Sus dedos vuelven al camino anterior, invadiendo su intimidad, mientras Gustavo se frota contemplando su imagen abierta de piernas y con sus dedos dentro. coloca ambas piernas sobre la mesa, totalmente abiertas y sus dedos comienzan a entrar y salir a mayor velocidad de su sexo. Nota cómo su mano la está pajeando, llenándola de placer, ya no son dos, sino tres los dedos que se ha metido, pero aún tiene ganas de más…


Está tan excitada que no siente dolor ninguno cuando sus dedos pellizcan sus pezones fuertemente. Tampoco cuando su mano abierta acaba dándole una palmada bien fuerte en su propio culo, sintiendo aún más placer por el golpe sonoro y seco que produce sobre su piel. Por fin se dedica a penetrar su sexo con una mano mientras la otra está totalmente centrada en su clítoris… Se ve en los ojos excitados de Gustavo. Se excita aún más.


Sus gemidos y gritos de placer inundan la habitación… No puede más…


Sus ojos no pueden estar abiertos… El placer los cierra… Su mano se empapa aún más…


Se viene en un orgasmo largo y de una forma espectacular… su mano está empapada…


Recoge todo el líquido que puede y lo esparce sobre sus pechos, que lo reciben mientras todavía siente espasmos de placer en su sexo


Gustavo, incapaz de articular una palabra, solo mira y se frota su verga sobre el pantalón.


—¿Quieres más? —susurró ella, sus ojos clavados en los de Gustavo.


Él asintió, incapaz de resistirse más. Giovanna se levantó del sofá, su cuerpo moviéndose con una gracia felina. Se acercó a Gustavo, su presencia abrumadora, y se arrodilló frente a él. Sus manos fueron a su cinturón, desabrochándolo con destreza, y luego a la cremallera de sus pantalones, bajándola lentamente.


—No deberíamos hacer esto —murmuró Gustavo, aunque sus palabras carecían de convicción.


Giovanna no respondió. En su lugar, sacó su erección de los pantalones, tomándola con firmeza en su mano. Su pulgar rozó la punta, recogiendo una gota de pre-eyaculación, y la llevó a sus labios, saboreándola con un gemido suave.


—Cállate y disfruta —dijo ella, su voz ronca de deseo.


Gustavo cerró los ojos, sintiendo cómo su control se desvanecía. Giovanna comenzó a mover su mano con un ritmo constante, su boca acercándose a la cabeza de su pene. Su lengua salió, lamiendo la longitud con lentitud, saboreando cada centímetro. Gustavo gimió, su cabeza cayendo hacia atrás mientras el placer lo invadía.


—Giovanna... —susurró, su voz quebradiza.


Ella no respondió, solo intensificó sus movimientos, su boca envolviendo la cabeza de su pene, succionando con fuerza. Gustavo sintió cómo su orgasmo se acercaba, su cuerpo tensándose con la anticipación. Pero Giovanna se detuvo, retirando su boca con una sonrisa traviesa.


Le dio la vuelta y la puso en cuatro sobre el sofá.  Ella se agarró al respaldo y subió sus nalgas dejando su raja a disposición de Gustavo, sin hablar, solo con la respiración acelerada como único sonido. El le abrió las piernas y froto la cabeza de su verga en la entrada de la vagina y un segundo después la penetro de una sola embestida. Estaba mojada, caliente, acogedora. Ella gimió fuerte, pegando la frente a la silla, mientras la agarraba de las caderas y la embestía una y otra vez, sin pausa, cada golpe más profundo, más animal.


—Dime si te gusta —le susurro al oído, jadeando.


—Me encanta… Me encanta cómo me penetras, Bebe… más fuerte, más…


No aguantó mucho antes de empezar a venirse en ricos orgasmos seguidos …


Gustavo abrió los ojos, encontrándose con la mirada de Giovanna, y supo que esta tarde sería inolvidable. Pero también supo que lo que estaba por venir sería mucho más de lo que había imaginado. La excitación era palpable, el aire cargado de deseo, y la línea que habían cruzado ya no tenía vuelta atrás. 

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