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Capítulo 4: “Y si te dejo mirar…”
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🌆 Una propuesta distinta
Esa noche no hubo confesiones. Hubo un silencio cómodo, casi eléctrico.
Mireya salió del baño, con el cabello húmedo y una bata corta de satén. Su esposo leía en la cama, pero la seguía con los ojos.
Ella se sentó a su lado y le quitó el libro con suavidad.
—¿Confesión o deseo? —le preguntó con una sonrisa.
—¿Hay diferencia ahora?
—Sí —susurró ella—. Esta vez no quiero contarte lo que hice.
Quiero que estés ahí… cuando ocurra.
Él la miró. No dijo nada. Pero el pulso se le aceleró.
—¿Qué quieres decir?
Mireya se acercó a su oído.
—Estoy lista para que me veas con otro. Para que veas lo que provocas en mí… cuando me das libertad.
Su esposo tragó saliva. No supo si era celos, miedo… o una excitación que no sabía que podía sentir.
—¿Tú lo deseas?
Ella asintió. Lenta. Convencida.
—Pero solo si tú lo aceptas. Si te quedas… si me miras.
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🕶 La escena pactada
El lugar fue un apartamento privado, discreto. Un encuentro acordado, limpio. Con límites.
Él estuvo presente. En una esquina, tras un espejo semitransparente. Pudo verla entrar. Ver cómo se despojaba de la ropa, no solo con las manos… sino con la mirada.
El otro hombre era joven, respetuoso. No la tocó hasta que ella lo permitió.
Y entonces, ocurrió.
Su esposo observó todo. Cómo Mireya se rendía al deseo. Cómo gemía. Cómo cerraba los ojos… y luego los abría, mirando justo hacia el espejo.
Mirándolo a él.
Como si cada movimiento fuera para que él lo viera. Como si supiera que eso los unía aún más.
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🌙 La vuelta a casa
No hablaron mucho en el camino. No hacía falta.
Ya en la cama, él la abrazó por detrás. No dijo nada. Solo respiró en su cuello.
Ella sonrió, entre sus brazos.
—¿Te gustó?
—Quiero más —susurró él.
Mireya cerró los ojos.
Su historia ya no era un secreto. Era un juego íntimo. Poderoso.
Uno que solo los verdaderos cómplices pueden sostener.
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