
Compartir en:
🔥 Nuestro secreto siendo esposos
Capítulo 7: “No vinimos por casualidad”
---
🌒 La visita inesperada
La noche era tibia. El mar murmuraba tras la ventana abierta del hotel. Mireya se había bañado, envuelta solo en una bata ligera, mientras su esposo servía dos copas de vino.
Un golpe suave interrumpió el momento.
Al abrir, se encontró con la joven de la playa: la misma que había sugerido “el juego de las miradas”. Junto a ella, el chico de sonrisa traviesa y mirada sin miedo.
—Perdón por la hora —dijo la chica, sin disculparse del todo—. No vinimos por casualidad.
La tensión llenó la habitación en un instante. No era una visita inocente. Ni improvisada.
Mireya los dejó entrar. Su esposo no dijo nada, pero la forma en que la miró… fue suficiente.
---
🖤 Un pacto sin palabras
No hubo explicaciones. Solo una sensación de que lo que estaba a punto de ocurrir… ya había sido decidido desde antes. En la playa. En las miradas. En el silencio que compartieron esa tarde.
El chico se acercó a Mireya. Ella no retrocedió. Él le ofreció su mano, como si la invitara a un baile sin música.
El esposo de Mireya miró a la joven. Ella le sonrió con descaro, sentándose en el borde de la cama. Sin apuros.
Mireya se giró hacia su esposo. Lo miró, buscando el mismo permiso tácito que tantas veces se habían dado ya. Él asintió. Con la mirada. Con la respiración contenida.
Y entonces, sin más, cada uno tomó su camino… hacia otro cuerpo.
---
🌌 Dos escenas paralelas
Mireya se dejó guiar hacia el sofá. El chico no era torpe, ni ansioso. Sabía exactamente cómo mirarla, cómo hablarle con la respiración, cómo acercarse justo lo suficiente para que ella sintiera el calor antes del roce.
Mientras tanto, la joven reía en voz baja junto al esposo de Mireya. No se escuchaban palabras completas. Solo susurros, movimientos suaves, piel deslizándose sobre sábanas aún frías.
Mireya cerró los ojos un momento, pero no para desconectarse… sino para escuchar. Para imaginar lo que ocurría en la cama mientras ella sentía las manos del chico en su cintura, su boca rozando apenas la clavícula.
El placer era distinto. No solo físico. Era un juego mental, sensorial… emocional. Sentirse deseada por otro, pero sabiendo que su esposo también lo vivía, a metros de distancia.
---
🖤 Después
Nadie habló mucho al final. La chica y el joven se marcharon antes del amanecer. Ni una palabra sobre repetirlo. Ni una promesa. Solo un último cruce de miradas… y una sonrisa que decía: "Lo saben. Lo sintieron."
Mireya volvió a la cama y se acostó junto a su esposo. Ambos desnudos. Sudorosos. Silenciosos.
—¿Estás bien? —preguntó ella.
Él la abrazó por la cintura, besándole el cuello.
—Más que nunca.
Y en esa madrugada extraña, no hubo celos. Ni culpa. Solo la certeza de que habían cruzado otra frontera… y seguían juntos, más cerca que nunca.
-