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Hay fantasías que se quedan flotando en la mente durante años, esas que despiertan la curiosidad cada vez que aparecen en una conversación o en una escena de película. Y una de las más comunes (y tentadoras) al menos para mi es, sin duda, la de tener sexo en un jacuzzi.
Muchos lo han pensado alguna vez: el agua caliente envolviendo la piel, las burbujas subiendo lentamente, el ambiente íntimo que se crea entre el vapor… La escena suena casi perfecta, como diseñada para el deseo, y muchas peliculas, series, libros y hasta anecdotas la pintan así, lo corroboran, no?. Sin embargo, hay quienes, como yo, han estado muy cerca de vivirla (en hoteles, spas o escapadas románticas) y, aun así, nunca han dado el paso final.
Porque más allá del magnetismo que tiene la idea, también surgen las dudas:
¿Será realmente tan erótico como lo pintan o es una de esas experiencias que se disfrutan más en la imaginación que en la práctica?
¿No se vuelve un poco incómodo con el agua interfiriendo en el ritmo o las posiciones?
Y la gran pregunta que muchos se hacen (y en la que algunas parejas me insistieron): ¿qué tan salubre puede ser, considerando que el agua caliente puede ser el paraíso… también para las bacterias?
La fantasía, sin embargo, sigue ahí, rondando con cada burbuja. Tal vez lo que hace tan irresistible la idea no es solo el escenario, sino el juego que representa: el atrevimiento, la exploración y esa pizca de picardía que despierta el deseo de probar algo distinto.
Y ahora la pregunta es en general:
¿Alguna vez lo han intentado? ¿Fue tan sensual, intenso y placentero como lo imaginaban… o terminó siendo una experiencia más complicada que excitante? 👀💦
Cuéntenme sin filtros… la curiosidad es colectiva.






