Ella y él, separados por la distancia, se sumergen en un juego erótico virtual, intercambiando fotos, mensajes y audios explícitos que intensifican su deseo y los llevan a un clímax compartido, prometiendo un reencuentro apasionado.

El pulso de ella se aceleró al recibir la notificación. Un nuevo mensaje de él. Sonrió, la anticipación recorriéndole la espina dorsal. Vivían separados por kilómetros, pero la distancia no es un impedimento para apagar la llama. Al contrario, la había avivado, transformándola en un fuego ardiente alimentado por la imaginación y la tecnología.

Abrió el mensaje. Una foto. Él revelando una piel que ella no conocía. Sus ojos, cafes y penetrantes, parecían mirarla directamente, traspasando la pantalla. Un escalofrío la recorrió. Debajo de la foto, un breve texto: " Te gusto".

Ella respondió con una foto suya. Un foto casual y sensual, pero con una mirada que prometía. Un guiño sutil, un labio medio abierto. Sabía que él entendería. En cuestión de segundos, la respuesta llegó. Un audio. Su voz, grave y sensual, susurrando su nombre. La respiración entrecortada, el tono cargado de deseo.

El juego continuó. Mensajes subidos de tono, fotos cada vez más explícitas. Audios que describían fantasías, promesas de placer. La distancia se desvanecía, reemplazada por una conexión íntima, palpable. Se sentían más cerca que nunca, unidos por un hilo invisible de deseo.

Él le envió un vídeo. Corto, pero intenso. La imagen de su cuerpo, moviéndose con lentitud, con sensualidad, llegando al climax. Ella contuvo la respiración, sintiendo el pulso en su cuello, la sangre hirviendo en sus venas. Respondió con un vídeo propio. Un baile lento, una danza erótica frente a la cámara.

El clímax se acercaba. La tensión era palpable, el deseo, incontrolable. Los mensajes se volvieron más frenéticos, las fotos más audaces. Los audios, gemidos, jadeos, palabras de dese y lujuria. Se entregaron por completo a la experiencia virtual, olvidando el mundo exterior.

La promesa de un encuentro apasionado flotaba en el aire. Un encuentro que, sabían, sería aún más intenso, más salvaje, después de la espera y el deseo a distancia. La distancia, al final, solo había servido para fortalecer su deseo mutuo, para encender la llama de la pasión. La espera, el juego, la anticipación, todo había valido la pena.

El deseo, ahora, se convierte en una promesa de lo que será