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Gustavo y Yoana se encuentran en un paseo inesperado, despertando una atracción irresistible. La curiosidad de Gustavo por el cuerpo de Yoana lleva a una aventura sensual, donde la pasión y el placer se entrelazan en una noche inolvidable.
Gustavo caminaba por el barrio con su habitual paso tranquilo, observando a la gente que pasaba a su alrededor. A sus 57 años, se sentía cómodo en su propia piel, disfrutando de la vida con una serenidad que solo la experiencia podía otorgar. Pero ese día, su atención se desvió hacia una figura familiar que destacaba entre la multitud. Era Yoana, cuya presencia siempre parecía alterar el ritmo de su corazón.
Con solo 21 años, Yoana era una tormenta de juventud y vitalidad. Su cuerpo curvilíneo, realzado por una minifalda que apenas cubría lo esencial, atraía miradas de deseo por donde quiera que fuera. Su piel morena y sus movimientos eran una mezcla de gracia y provocación. Gustavo no pudo evitar sonreír al verla; había algo en su actitud desafiante y su belleza descarada que lo intrigaba.
—¿Yoana? —llamó, acercándose a ella con paso firme.
Ella se giró, sus ojos oscuros encontrándose con los suyos. Una sonrisa pícara se dibujó en sus labios carnosos.
—Gustavo, ¿qué tal? —respondió, su voz cargada de un tono seductor que no pasaba desapercibido.
—Bien, ¿y tú? —preguntó él, sintiendo un cosquilleo en el estómago que no recordaba haber sentido en años.
—Aburrida —dijo ella, encogiéndose de hombros—. ¿Quieres hacer algo?
Gustavo no lo pensó dos veces. Sabía que Yoana era una joven sin inhibiciones, y la idea de pasar tiempo con ella le resultaba tentadora.
—Conozco una heladería excelente, pero está un poco lejos —propuso, observando cómo sus ojos se iluminaban ante la perspectiva de una aventura.
—¡Vamos! —exclamó ella, tomando su brazo con una familiaridad que lo sorprendió—. Me encanta el helado.
Llegaron a la heladería, un lugar pequeño y acogedor en las afueras del barrio. Mientras esperaban su turno, Gustavo no pudo resistirse a observar a Yoana de reojo. Su cuerpo era una obra de arte, cada curva una invitación silenciosa. Su mirada se posó en la parte posterior de su minifalda, donde un hilo apenas cubría su ano apretado. Sintió un impulso repentino, una curiosidad que no podía ignorar.
—Yoana —dijo, su voz baja y seductora—, ¿has tenido sexo anal alguna vez?
Ella lo miró, sus ojos brillando con una mezcla de diversión y nerviosismo.
—No —respondió, su voz un susurro—. Es el único virgo que me queda.
¿No me crees? Tócame y compruébalo
Gustavo sonrió, sintiendo un escalofrío de anticipación recorrer su espalda.
Se chupo su dedo índice y mientras ella levantaba sus nalgas de la silla, froto la entrada del ano esquivando el hilo que lo ocultaba, y lentamente, mientras veía entornar los ojos de la chica llena de placer, lo empujo hasta el fondo de su apretado culo, moviéndolo en círculos.
En ese momento, mientras el heladero les servía sus pedidos, Gustavo extendió su mano y, con un movimiento suave pero firme, acarició el ano de Yoana a través del delgado hilo de su ropa interior. Ella contuvo el aliento, sus ojos cerrándose brevemente mientras un gemido ahogado escapaba de sus labios.
—¿Te gusta? —murmuró él, su aliento caliente en su oído.
—Sí —susurró ella, su cuerpo temblando ligeramente.
—Cuánto diera por ser el primero en probarlo—dijo Gustavo sin pensarlo, su tono cargado de promesa.
Yoana no dudó.
—Sí, a mí también me gustaría —respondió, su voz firme y decidida.
Pagaron los helados y salieron de la heladería, el aire de la tarde envolviéndolos en una burbuja de intimidad. Yoana tomó la mano de Gustavo, guiándolo hacia su casa. Sabía que era el momento, que la tensión entre ellos había alcanzado un punto de no retorno.
Al llegar a su casa, Yoana lo miró con ojos brillantes, su respiración entrecortada.
—¿Me dolerá mucho? —preguntó, su voz un susurro.
—Noooo, tengo un método sin dolor —sonrió Gustavo, su voz ronca de deseo.
Lo llevó a su habitación, un espacio pequeño pero acogedor que reflejaba su personalidad desenfadada. Yoana se sentó en la cama, sus piernas cruzadas mientras lo miraban con una mezcla de nerviosismo y anticipación.
Gustavo se acercó a ella, sus manos temblorosas mientras desabrochaba los botones de su camisa. Yoana lo observó, sus ojos siguiendo cada movimiento mientras su respiración se aceleraba. Cuando su camisa cayó al suelo, reveló un torso tonificado, marcado por los años, pero aún lleno de vitalidad.
—Te ves bien —murmuró ella, sus manos extendiéndose para tocar su piel.
Él sonrió, sintiendo un calor que se extendía por todo su cuerpo. Se arrodilló frente a ella, sus manos deslizándose por sus muslos mientras sus labios se posaban en su cuello. Yoana gimió, su cabeza cayendo hacia atrás mientras sus manos se enredaban en su cabello.
—Quiero probarlo todo —susurró él, su aliento caliente en su oído—. Quiero probar cada parte de ti.
Yoana asintió, su cuerpo temblando de anticipación. Gustavo se levantó, sus manos deslizándose por la cintura de su minifalda mientras la bajaba lentamente. Reveló un hilo diminuto que apenas cubría su sexo, y Gustavo sintió un impulso abrumador de poseerla.
—Eres perfecta —murmuró, su voz cargada de admiración.
Yoana sonrió, su confianza creciendo con cada palabra. Se levantó, su cuerpo desnudo bajo la luz suave de la habitación. Gustavo la observó, sus ojos recorriendo cada curva, cada detalle de su cuerpo.
—Ven aquí —dijo él, extendiendo sus brazos.
Yoana se acercó, su cuerpo presionándose contra el suyo mientras sus labios se encontraban en un beso apasionado. Sus lenguas se enredaron, el sabor de ella invadiendo su boca mientras sus manos se movían con urgencia.
Gustavo la guio hacia la cama, su cuerpo cayendo sobre las sábanas mientras Yoana se posicionaba sobre él. Sus pechos presionaban contra su pecho, sus pezones duros rozando su piel mientras sus caderas se movían en un ritmo seductor.
—Quiero que me abras el culito —susurró ella, su voz un susurro cargado de deseo.
Gustavo sonrió, sus manos deslizándose por su espalda mientras sus labios se posaban en su cuello.
—Lo haré despacio —prometió, su voz ronca de anticipación—. Quiero que disfrutes cada momento.
Yoana asintió, su cuerpo temblando de expectativa. Gustavo se movió, posicionándose detrás de ella mientras sus manos se posaban en sus caderas. Con un movimiento lento y deliberado, deslizó un dedo hacia su ano, sintiendo cómo se contraía en respuesta.
—Relájate —murmuró, su voz suave y tranquilizadora.
Yoana respiró hondo, su cuerpo relajándose mientras Gustavo presionaba suavemente, entrando en ella con un movimiento lento y controlado. Ella gimió, su cabeza cayendo hacia atrás mientras su cuerpo se adaptaba a la nueva sensación.
—¿Estás bien? —preguntó él, su voz cargada de preocupación.
—Sí —respondió ella, su voz un susurro—. Sigue.
Gustavo sonrió, sintiendo una oleada de deseo que lo inundaba. Movió su dedo con cuidado, preparándola para lo que estaba por venir. Yoana se movía con él, su cuerpo respondiendo a cada estímulo mientras su respiración se aceleraba.
—Quiero más —susurró ella, su voz un gemido de necesidad.
Gustavo no espero, apresuro su accionar. Con un movimiento fluido, posicionó su erecto pene en la entrada de su ano, sintiendo el calor y la humedad que lo envolvía. Yoana contuvo el aliento, su cuerpo tensándose mientras él entraba en ella, llenándola por completo.
—Oh, Dios —gimió ella, su voz un susurro de placer.
Gustavo comenzó a moverse, sus caderas empujando en un ritmo lento y constante. Yoana se movía con él, su cuerpo respondiendo a cada embestida mientras sus gemidos llenaban la habitación.
—Eres increíble —murmuró él, su voz cargada de admiración.
Yoana sonrió, su confianza creciendo con cada palabra. Se movió sobre él, su cuerpo guiándolo mientras sus manos se aferraban a las sábanas.
—Más fuerte —susurró ella, su voz un gemido de necesidad.
Gustavo obedeció, aumentando el ritmo mientras sus caderas se movían con fuerza. Yoana gimió, su cuerpo temblando de placer mientras la sensación la abrumaba.
—No pares —suplicó ella, su voz un susurro desesperado.
Gustavo no tenía intención de parar. Continuó moviéndose, su cuerpo sudoroso mientras el placer lo consumía. Yoana se movía con él, su cuerpo respondiendo a cada embestida mientras sus gemidos se volvían más intensos.
De repente, Yoana se tensó, su cuerpo arqueándose mientras un grito de placer escapaba de sus labios. Gustavo sintió cómo su cuerpo se contraía a su alrededor, cómo las paredes de su ano se apretaban en un abrazo apasionado.
—Oh, Yoana —gimió él, su voz un susurro de éxtasis.
Su propio orgasmo lo abrumó, su cuerpo temblando mientras su semen llenaba su interior. Yoana cayó sobre él, su cuerpo sudoroso y satisfecho mientras sus respiraciones se sincronizaban.
—Ufffff, fue increíble —murmuró ella, su voz un susurro de admiración.
Gustavo sonrió, sintiendo una satisfacción que lo inundaba. Besó su frente, su cuerpo aún tembloroso mientras la sostenía en sus brazos.
—Esto es solo el principio —susurró él, su voz cargada de promesa.
Yoana sonrió, su cuerpo relajándose mientras se arrodillaba frente a él. Su boca busco afanosamente el trozo de carne flácida de Gustavo y se lo metió entero en su boca, empezó una rica mamada que solo freno cuando su boca sintió gorda e hinchada la cabeza de la verga del hombre y se eleno de semen tibio hasta su garganta.
Gustavo se inclinó de manera que su cara y su boca quedaran frente a la vagina de Yoana empezando a masturbarla. continuo con sus caricias separando las piernas de ella, y se acomodó para meter la punta de la lengua en medio de los labios y el clítoris.
- que haces Gustavo, por favooooooorrrrrr?????aaaaaahhhh!!!!
no se pudo contener y tuvo un orgasmo maravilloso. Se corrió en la boca de Gustavo, fue genial. Estuvo respirando agitadamente durante unos segundos para poder recuperarse de lo sucedido.
- Madre mía. ha sido genial. me encanta como me haces el sexo oral.
Sabía que esta era solo la primera parte de su aventura, y no podía esperar a ver qué más les deparaba la noche.
La escena quedó suspendida en ese momento, el futuro lleno de posibilidades mientras Gustavo y Yoana se perdían en el placer de su conexión.