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Título: "Lo que no se dice"
La noche cayó sin pedir permiso, dejando un resplandor tibio sobre las cortinas entreabiertas. Valeria se quedó en silencio unos segundos en la entrada, como si el umbral que acababa de cruzar fuera más que el de un apartamento. Afuera llovía despacio, como si el cielo también dudara.
Diego la esperaba, apoyado en la cocina, con una copa a medio llenar y la camisa sin abotonar del todo. La luz amarilla dibujaba sombras en su cuello, en su gesto calmo, como si él supiera que algo irreversible flotaba en el aire.
—No deberías estar aquí —dijo él.
—Ya lo sé —respondió ella.
Pero no se movió. Y él tampoco. El silencio se alargó entre ellos como una cuerda floja que ambos sabían que, tarde o temprano, cedería.
En el matrimonio de Valeria y Julián, la libertad era una promesa compartida, un pacto tácito que les había dado aire, pero también vértigo. Habían acordado no esconderse nada, contarse todo. Pero esa noche, ella no pensaba decir una sola palabra. Ni antes, ni después.
Diego se acercó como se acercan las tormentas: con una calma que presagia el desastre. Cuando sus dedos rozaron la piel de su muñeca, Valeria sintió una sacudida que nada tenía que ver con el frío exterior. No fue un beso lo que siguió, sino una especie de pacto silencioso. Un permiso que no se pidió, una renuncia momentánea a lo correcto.
Todo ocurrió como ocurre lo inevitable: sin ruido, sin palabras. Las horas se doblaron sobre sí mismas, y el mundo, por un instante, dejó de existir. Solo quedaron los suspiros breves, los ojos que no se atrevieron a cerrarse, y la sensación vertiginosa de algo que no debía ser, pero fue.
Cuando se marchó, cerca del alba, Valeria no miró atrás. Afuera, la ciudad amanecía cubierta de una niebla espesa. En su pecho, la certeza: no todos los límites tienen forma, pero uno sabe cuándo los ha cruzado.