
Compartir en:
Entre risas, miradas y pactos discretos,
llegaste tú, huésped de nuestros secretos.
Fuiste el fuego pactado, sin promesas ni anclajes,
un susurro compartido entre pieles salvajes.
Primero fue el cuerpo, sin nombre ni historia,
solo deseo cruzando la memoria.
Pero entre cada cita, cada roce y cada intento,
empezó a latirme algo más que el momento.
Tus manos sabían, tu boca entendía,
lo que ni siquiera yo reconocía.
Mi esposo miraba, confiado, encantado,
sin notar cómo mi alma te había invitado.
Y ahora me pierdo en tus gestos callados,
en cómo me miras cuando no hay más invitados.
El juego continúa… pero ya no es igual:
porque en esta partida, me robaste el final.