Guía Cereza
Publicado hace 1 semana Categoría: Jovencitas 86 Vistas
Compartir en:

Segunda parte

---

Habían pasado tres días desde que Luciana salió por esa puerta con la frase que me dejó ardiendo en la garganta:

"Decile a tu hijo que me fui."

Y aunque no volvió a la casa, su presencia no me soltó.

Cada rincón me la recordaba: el sofá donde se estiró con ese descaro suave, el pasillo por donde caminó rozándome, la forma en que su voz parecía acariciarme por dentro.

El jueves, cuando mi hijo me dijo que no iba a ir a clases y que Luciana pasaría por unos apuntes, algo se activó dentro de mí. No lo mostré. Solo asentí.

Ella llegó puntual. Como si supiera.

Vestía de negro. Ajustado. El cabello suelto, húmedo.

Como si viniera saliendo del agua… o como si quisiera que imaginara que no traía nada debajo.

—¿Y él? —preguntó, cruzando la puerta.

—Salió —respondí, con la voz más serena de lo que me sentía.

No dijo nada. Me miró. Me sostuvo.

Y sonrió como si acabara de ganar.

—Entonces... ¿estás solo?

—Eso parece.

Caminó hacia la sala, despacio. Se sentó en el mismo sofá. Se quitó la mochila. Cruzó una pierna sobre la otra, y la falda subió lo justo para no ser accidente. Me miraba sin apuro, sin culpa.

—No viniste por apuntes, ¿no?

—No —respondió, sin moverse—. Vine por lo que dejé pendiente.

El aire se hizo más denso. Me acerqué, pero no del todo. Ella alargó el brazo, tomó mi mano y la llevó a su cuello, lento. Su piel estaba tibia. Palpitante. La dejé allí, sintiendo cómo su respiración se aceleraba.

—No hace falta que digas nada —susurró.

Y no lo hice.

No hubo prisa. Solo una rendición lenta. Como si los días sin vernos nos hubieran afilado los sentidos. Como si el deseo contenido ya no cupiera en nuestros cuerpos.

El primer beso no fue beso. Fue un aliento cerca del otro. Un roce casi imperceptible. Una amenaza dulce. El segundo sí… y fue todo lo demás.

Sus manos sabían lo que querían.

Las mías también.

El sofá, que había sido testigo mudo de nuestra primera tensión, ahora se volvió cómplice. Cada centímetro de su cuerpo parecía invitarme a perder el juicio. Y yo no opuse resistencia.

No hubo palabras. Solo suspiros, jadeos suaves, uñas que dejaban mapas sobre mi espalda y labios que murmuraban entrecortados lo que el cuerpo gritaba.

Y cuando fue inevitable, cuando el control ya no era una opción, nos dejamos caer en ese abismo compartido, salvaje, sin excusas.

Después, el silencio no pesaba.

Era tibio. Cómodo.

Cargado de lo no dicho… y de todo lo sentido.

Ella me miró.

Y con una sonrisa tranquila, dijo:

—Sabía que ibas a resistirte… pero también sabía que ibas a caer.

Y tenía razón.

---

Publica tu Experiencia

🍒 Pregunta Cereza

Cuando estás en la intimidad, ¿qué tipo de experiencias te causa más excitación o conexión? ¡Cuéntanos tu opinión!

Nuestros Productos

Vestido

MAPALE $ 179,900

Enterizo

MAPALE $ 143,000

Disfraz Irish Lady

CEREZA LINGERIE $ 127,900