Guía Cereza
Publicado hace 3 semanas Categoría: Jovencitas 1K Vistas
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Estaba sentado en el sofá, con una taza de café en la mano, cuando sonó el timbre de la puerta. Mariana entró con una determinación que me dejó sin aliento. Su mirada, cargada de deseo y curiosidad, se clavó en la mía como un dardo. Su cuerpo, envuelto en un vestido ajustado que resaltaba sus curvas, se movía con una gracia que delataba su juventud y su audacia.


Nuestros ojos se encontraron, y en ese instante, el tiempo pareció detenerse. Recordé la noche en que luego de salir del cine, fuimos a la casa de la madre de ella a culiar como locos toda la noche cuando la vi observándome, esa noche ella vio y escucho a su madre gritar y gemir arrecha, aunque no intercambiáramos una sola palabra. Ahora, aquí estaba, frente a mí, con una intensidad que me hizo sentir tanto deseo como inquietud.


Sin mediar palabra, Mariana se acercó. Sus pasos eran seguros, como si supiera exactamente lo que quería. Cuando estuvo lo suficientemente cerca, sus labios rozaron mi oído, y su voz, un susurro cálido y cargado de intención, me envolvió.


—Quiero lo que mi madre tuvo —murmuró, y su aliento me erizó la piel.


No respondí. No hacía falta. Su cuerpo hablaba por sí solo, y el mío respondió al instante. Me levanté del sofá, y ella se pegó a mí, sus manos explorando mi torso con una desenvoltura que me sorprendió. Mariana no era una niña inocente; había algo en ella, una experiencia que no encajaba con sus veintitrés años.


La tomé de la cintura y la atraje hacia mí, sintiendo el calor de su cuerpo a través de la tela del vestido. Sus labios buscaron los míos, y el beso fue voraz, desesperado, como si ambos lleváramos años conteniéndonos. Su lengua se enredó con la mía, y su sabor, dulce y ligeramente salado, me hizo perder el control.


La llevé hacia el sofá, y ella se dejó caer, tirando de mí para que la siguiera. Sus manos se deslizaron por mi espalda, desabotonando mi camisa con una habilidad que me hizo preguntarme cuántas veces había hecho esto antes. Cuando su boca descendió por mi cuello, sus dientes rozando mi piel, supe que Mariana no era una novata.


—¿Quién te enseñó a hacer esto? —murmuré, mi voz ronca de deseo.


Ella se detuvo un momento, sus ojos encontrándose con los míos. En ellos vi algo más que lujuria: había una profundidad, un peso que no encajaba con su edad.


—Mi padre —respondió, sin apartar la mirada—. Antes de que mi madre huyera a Colombia.


Sus palabras me golpearon como un balde de agua fría, pero el deseo era demasiado fuerte para detenerme. Mariana se incorporó, quitándose el vestido con un movimiento fluido, revelando su cuerpo curvilíneo, perfecto en su imperfección. Sus pechos, firmes y generosos, se balancearon ligeramente cuando se acercó a mí, y su mirada desafiante me invitó a continuar.


La tumbé sobre el sofá, besando su cuello, sus hombros, sus pechos, mientras mis manos exploraban cada centímetro de su piel. Mariana gimió, sus uñas clavándose en mis hombros, y su cuerpo se arqueó hacia mí, pidiendo más.


—Despacio —susurró, aunque su voz temblaba de impaciencia—. Quiero sentirlo todo.


La di vuelta, abrí sus nalgas , su ano era pequeño, muy apretado y cerrado, lo lamí con deseo, recorriendo su aro de arriaba hasta abajo sin parar, ella empezó a temblar y me imagine su orgasmo , así que   le di vuelta nuevamente y empecé a jugar con su clítoris, mi lengua lo saboreaba, lleve mi mano derecha hacia el orificio de su ano y un dedo comenzó a deslizarse en su interior ella gemía pero aún no le molestaba, luego de jugar un rato y viendo que estaba por tener un orgasmo metí dos,  allí note como que retrocedió y me quede quieto, de pronto acelero sus gemidos y yo aproveche y empecé a mover mis dos dedos y ella me acompañaba el ritmo, hasta que acabo gimiendo muy fuerte, saque mis dedos


Cada vez estaba más excitada, mis dedos jugaban con su clítoris, se movía más fuerte y ese fue el momento, presione y mis dedos llenaron las entrañas de su culo mientras empujaba mi verga en su interior vaginal


-        Aaaayyyyy aaaaaahhhh – papi me vengo, me vengoooooo-


-       Espera, déjame descansar un momento papito -



No la obedecí. La urgencia era demasiado grande, y su cuerpo parecía hecho para el pecado.


—¿Así que quieres lo que tu madre tuvo? —murmuré, posicionándome entre sus piernas.


Ella asintió, sus ojos brillando con una mezcla de nerviosismo y excitación. Sin escuchar sus ruegos


—Quiero más —jadeó, quiero ser tan puta como mi madre contigo, sus ojos clavados en los míos—. Quiero todo.


No tuve que preguntar qué quería. Mariana se giró, poniéndose a cuatro patas, su trasero curvilíneo ofrecido a mí como un regalo. Su susurro fue casi un ruego.


—Aquí. Ahora.


No me lo pensé dos veces. La penetré con fuerza, sintiendo cómo su cuerpo se ajustaba a mí de una manera completamente nueva. Mariana gimió, su voz quebrándose en un gemido de placer y dolor, y sus manos se aferraron a las almohadas del sofá.


—Más fuerte —ordenó, y obedecí.


El ritmo se volvió frenético, cada embestida un golpe que resonaba en la habitación. Mariana se movía conmigo, su cuerpo temblando de placer, y sus gemidos se volvieron gritos ahogados. En ese momento, no éramos más que dos cuerpos consumidos por el deseo, dos almas perdidas en un torbellino de sensaciones.


Cuando el clímax llegó, fue como una explosión. Mariana se tensó, su cuerpo arqueándose hacia atrás, y su grito de placer llenó la habitación. Yo la seguí, mi cuerpo vaciándose en ella, y por un momento, el mundo dejó de existir.


Caímos exhaustos sobre el sofá, nuestros cuerpos sudorosos y temblorosos. Mariana se acurrucó a mi lado, su cabeza apoyada en mi pecho, y su respiración poco a poco se calmó. En el silencio que siguió, sus palabras fueron como un susurro en la oscuridad.


—¿Le contaras a mi mamá alguna vez lo que me acabas de hacer?


Su pregunta quedó suspendida en el aire, un eco de una historia que iba más allá de lo físico. No supe qué responder. Solo la abracé, sintiendo el peso de sus palabras, y me pregunté si algún día entendería los límites del deseo y las consecuencias de lo que aprendemos en la intimidad.

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🍒 Pregunta Cereza

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