Guía Cereza
Publicado hace 1 semana Categoría: Jovencitas 512 Vistas
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Grace entró en mi oficina con una sonrisa que me dejó sin aliento. Su presencia llenó el espacio de una manera que solo una mujer de su belleza podía lograr. A sus 25 años, era una visión de juventud y sensualidad, con una confianza que contrastaba con su apariencia inocente. Su ropa ligera, casi transparente, resaltaba cada curva de su cuerpo, y no pude evitar sentir un escalofrío de deseo al verla caminar hacia mí con esa mirada provocativa.


—Hola, Gustavo —dijo, su voz suave y seductora, mientras se acercaba a mi escritorio. Su perfume, dulce y embriagador, llenó mis sentidos, y supe en ese instante que esta no sería una visita ordinaria.


Me levanté de mi silla, sintiendo mi corazón acelerarse. era una de mis amigas más recientes, pero nunca la había visto de esta manera. Siempre había sido profesional, pero ahora, con esa sonrisa y esa mirada, estaba claro que tenía otras intenciones.


—Hola hermosa, ¿qué te trae por aquí? —pregunté, intentando mantener la compostura, aunque mi mente ya estaba imaginando escenarios que no deberían ocurrir en una oficina.


Ella se acercó más, sus ojos fijos en los míos, y sin decir una palabra, me tomó del cuello de la camisa y me atrajo hacia ella. Nuestros labios se encontraron en un beso apasionado, nuestras lenguas entrelazándose con una urgencia que me sorprendió. Sus labios eran suaves, cálidos, y su sabor era adictivo. Mis manos se movieron por instinto, recorriendo su cuerpo, sintiendo la suavidad de su piel a través de la delgada tela de su blusa.


—Gustavo... —susurró contra mis labios, su aliento caliente en mi rostro—, tengo algo que confesarte.


La miré, confuso pero excitado, y ella continuó, su voz baja y seductora.


—Soy virgen... pero quiero perderla contigo.


Sus palabras fueron como un rayo que me atravesó. Grace, virgen, y quería que fuera yo quien la iniciara. Mi corazón latía con fuerza, una mezcla de sorpresa y deseo inundándome. Desde mi primer matrimonio no había estado con una mujer virgen, y la idea de ser su primero me llenó de una excitación que no podía controlar.


—¿Estás segura? —pregunté, aunque mi voz sonaba más como una invitación que como una pregunta.


Ella asintió, su mirada llena de determinación y deseo.


—Nunca he estado con nadie, pero siempre he fantaseado con que fuera con alguien duro como tú. Eres... diferente.


No pude contener una sonrisa, sintiéndome halagado y excitado al mismo tiempo. Con cuidado, la tomé de la mano y la guie hacia el escritorio, donde la senté con suavidad. Mis dedos temblorosos desabrocharon los botones de su blusa, revelando un sostén de encaje negro que apenas contenía sus pechos firmes y perfectos. Su piel era pálida, casi luminosa, y sus pezones ya estaban endurecidos, pidiendo atención.


Me arrodillé frente a ella, besando su cuello, sintiendo su piel suave bajo mis labios. Ella gimió suavemente, su cabeza echada hacia atrás, exponiendo su cuello para que lo explorara. Mis labios se movieron hacia sus pechos, besando el borde de su sostén antes de deslizarlo hacia abajo, liberando sus pechos para mi boca ávida.


—Ayyyy que rico, Gustavo... —gimió, sus manos jugando con mi cabello mientras mis labios rodeaban uno de sus pezones, succionándolo suavemente.


Su cuerpo tembló, y su aroma natural, una mezcla de excitación y juventud, me enloquecía. Mis manos se movieron hacia su falda, subiéndola lentamente para revelar unas tangas negras que ya estaban húmedas. Sonreí contra su piel, sabiendo que estaba lista para mí.


—Estás tan mojada, hermosa —murmuré, mis dedos deslizándose sobre la tela húmeda de sus tangas.


—Te deseo... —susurró, su voz ronca de necesidad.


No pude contenerme más. La levanté con cuidado y la acosté sobre el escritorio, sus piernas abriéndose para mí como una invitación. Su virginidad era un tesoro que estaba a punto de reclamar, y quería que fuera perfecto para ella.


Me desabroché los pantalones, liberando mi erección, que ya estaba dura y palpitante. Pero antes de tomarla, quería que supiera lo que se sentía ser deseada, ser adorada. Me arrodillé entre sus piernas, mirando su sexo virgen, sus labios hinchados y palpitantes de deseo.


—Eres tan hermosa —murmuré, antes de bajar mi cabeza y atrapar su clítoris con mi lengua.


Ella gimió, sus manos agarrando las esquinas del escritorio mientras mi lengua juguetona exploraba su sexo. Su sabor era dulce, adictivo, y me aseguré de saborear cada centímetro de ella. Mis dedos se deslizaron dentro de sus tangas, encontrando su entrada húmeda y caliente. La penetré con un dedo, sintiendo lo ajustada que estaba, y ella se retorció de placer.


—Oh, sí... —gimió, su cuerpo arqueándose hacia mí.


Añadí un segundo dedo, preparándola para lo que estaba por venir. Su respiración se volvió más rápida, su cuerpo tenso de anticipación. Sabía que estaba lista, pero quería que su primera vez fuera especial.


Me levanté, posicionándome entre sus piernas, y con cuidado, guie mi erección hacia su entrada virgen.


—Relájate, mi amor —susurré, besando su frente mientras la punta de mi pene presionaba contra su himen.


—Estoy lista —dijo, su voz temblorosa pero llena de determinación.


Con un movimiento lento y deliberado, la penetré, sintiendo la resistencia de su himen antes de que cediera. Ella gimió, su cuerpo tensándose mientras la llenaba, rompiendo su virginidad con cuidado, pero con firmeza.


—Ayyyy, Gustavo... es deli, como lo imagine —susurró, sus ojos cerrados mientras se adaptaban a mi tamaño.


Comencé a moverme, lentamente al principio, permitiendo que su cuerpo se acostumbrara a la sensación de estar llena. Pero Grace era apasionada, y pronto estaba pidiendo más, sus caderas moviéndose contra las mías, buscando una mayor profundidad.


—Más... —gimió, sus uñas clavándose en mis hombros.


Y se lo di. La embestí con más fuerza, su sexo ajustándose alrededor de mi verga como un guante. Sus paredes me apretaban, y el sonido de nuestra carne chocando llenó la habitación.


—¡Sí, sí, sí! —gritó, su cuerpo arqueándose hacia mí con cada embestida.


Pero no quería que su primera vez terminara demasiado rápido. Quería que experimentara todo, que supiera lo que era el placer en todas sus formas. La tomé de las caderas, levantándola para que quedara en cuatro patas sobre el escritorio, su culo virgen presentado ante mí como una ofrenda.


—Quiero darte todo, hermosa —murmuré, mis labios rozando su oído mientras mis manos acariciaban sus nalgas firmes.


—¿Todo? —preguntó, su voz llena de curiosidad y deseo.


—Todo —confirmé, posicionando la punta de mi pene en su entrada anal.


Separe sus nalgas y metí mi cara entre ellas, mi lengua recorrida su ano por el centro disfrutando el sabor agridulce, lamí despacio empujando mi lengua para que entrara en el hoyo cerrado y en círculos dilatara las paredes para abrirme espacio para la penetración que vendría después.


Me coloque en medio de sus nalgas, frote la cabeza de mi verga en la entrada sintiendo el apretujón del miedo que sintió y como se cerró. Ahora dejo que su ano aflojara y entonces supe que desfloraría su culo también


Con cuidado, comencé a penetrarla, sintiendo la resistencia de su esfínter antes de que cediera. Ella gimió, su cuerpo tensándose de una manera diferente, una mezcla de dolor y placer que la hizo morder su labio inferior.


—Despacio... —susurró, pero yo ya sabía lo que quería.


La embestí con más fuerza, su culo ajustándose a mi grosor y redondez de la verga


Me comenzó a besar con bastante calentura, comencé a acariciar sus tetas y sus pezones, luego a besar su cuello y su espalda, yo estaba con mi pene duro e hinchado, ella se asustó, pero yo estaba super excitado y logré poner la cabeza en la entrada de su chochita rosada y de vellos muy suaves, la frote y cuando sentí que abrió sus piernas suficientes para empujarla, metí la cabeza un poco, comenzó a gemir y decir que le estaba doliendo y ardiendo.


Le dije: - si te va   a doler, pero lo hare despacio para no maltratarte-. cuando de pronto ella casi grito al sentir que entro algo grueso y gordo en su cerrada chochita, pero luego de penétrala con todo el tronco de mi verga, dejo de luchar y bajo sus brazos, se había rendido y ahora estaba empezando a sentir placer.

 

fue cuando comenzó a moverse, parecía loca, sus piernas y sus nalgas eran un solo movimiento, aguanto varias embestidas, hasta que sintió que su cuerpo se tensaba y temblando se vino en un delicioso orgasmo, dos o tres más, seguidos.


Yo asustado porque sabía que estaba a punto de venirme también, lo saqué y esparcí mi leche en sus tetas y su vello púbico.  Me fui al baño y después de unos minutos regresé con papel higiénico para que se limpiara, seguía desnudo y ella desnuda, echada en la cama, sin moverse.  


La miré y   le dije:  tu viniste acá a tener sexo y se lo metí otra vez y la hice gritar como desesperada, hasta que nos vinimos al mismo tiempo y se quedó tendida con dolor en su chochita y en sus piernas.  Se fue al baño y cuando salió me dijo que quería chupármelo, se lo metió en su boca y se movía y por momento lo sacaba y me masturbaba y me decía que le gustaba el sabor de mi pene y se lo metía en su boca, hasta que me vine.


Luego le ayudé a levantarse, de ahí se fue al baño y salió vestida y lista para irse, la deje en la puerta de su hotel y unos días después le volví a ver, me contó que estuvo como una semana sin poder caminar bien, pero que ahora quería que fuera de nuevo por atrás, pues le había encantado y era más rico que por delante … eso paso al mes siguiente, pero es otra historia


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🍒 Pregunta Cereza

“Lo más excitante que me han hecho sin quitarme la ropa…” A veces lo más erótico no necesita piel desnuda ¿Qué fue lo más excitante que te hicieron sin tocarte directamente? ¡Cuéntanos!


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