Quise tirar con Jessica desde la primera vez que la vi. Las ganas las tuve que aplazar y soportarlas durante los dos años en los que trabajamos juntos. La forma en que Jessica me miraba, como se las arreglaba para restregarme sus tetas en mis brazos o cuando con disimulo me rozaba el paquete con el culo; eran pruebas más que suficientes de que ella quería lo mismo que yo. Sin embargo, durante dos años no hice nada, yo era su jefe. El día que renunció la invité a un café. Aceptó y así empezamos a acercarnos. Justo lo que los dos queríamos.

Jessica tenía el cuerpo que nos enloquece a los hombres. Unas tetas grandes, paradas, culo redondo, duro, de esos que piden ser nalgueados, cintura pequeña. Además su cara era bonita. Disimulaba su 1.50 con unos tacones altos que hacían que su culo quedara aún más levantado.

Después de dos salidas que culminaron en besos, bluyineos y masturbaciones mutuas; la invité a ver películas en mi apartamento. Ese sábado llegó con una blusa escotada y un jean que le forraba el culo de forma maravillosa, tuve que controlarme para no agarrárselo de saludo. Aunque los dos sabíamos a qué íbamos disimulamos y vimos quince minutos de película. La concentración se acabó en el momento en que Jessica me pegó el culo a la verga. No desaproveché y le puse mi verga, dura en la mitad de las nalgas. Jessica empezó a moverse de arriba abajo, frotándose contra mi verga. Subí mis manos, las metí por debajo de su blusa y empecé a apretar sus tetas y a frotar sus pezones.

Jessica gemía cada vez más fuerte y pegaba su culo contra mi verga como si quisiera metérsela por encima de la ropa. La puse boca abajo y me acosté sobre ella. Empecé a besar su cuello, sus orejas, y a frotar mi verga contra su culo. Jessica se quitó la blusa sin girarse, empecé a besar su espalda, pasaba mi lengua por su columna y me detenía en sus omoplatos, cada vez que pasaba mi lengua por ahí gemía más fuerte y soltaba un gritico entrecortado. La giré y le quité el brasier. Sus tetas liberadas tenían los pezones erectos y enormes, me lancé a chupárselas, apretada con los dientes sus pezones, hasta un paso antes del dolor. Jessica se lanzó a mi pantalón, me lo bajó con todo y bóxers. La sensación de su boca cálida y húmeda envolviendo mi verga me hizo cerrar los ojos y apretar su cabeza contra me verga. Detuve la mamada para poner mi verga entre sus tetas y hacerme una rusa, Jessica le pasaba la lengua a la punta de mi verga cada vez que la pasaba cerca de su boca.

A punto de venirme, la bajé el jean. Tenía un cachetero pegado a su cuca por tanta humedad. La hice poner en cuatro y sacar el culo. Le di una nalgada suave para tantear. Gimió y paró más el culo. Le di otra, y otra, más fuerte cada vez. Le dejé el culo rojo y caliente, le gustaba que le pegara en el culo.

Sin cambiarla de posición le bajé el cachetero y hundí mi cara entre sus nalgas. Con mi lengua pasaba de su cuca a su ano, una y otra vez, chupé su clítoris mientras le metía un dedo en la cuca. Pasé un dedo por su ano, tanteando, pero quitó el culo.

-Métemela, ¡métemela ya!

Pegó la cabeza al colchón y sacó el culo. Apunté con mi verga y la clavé. Entró toda, con lentitud pero sin dificultad, estaba empapada. Saqué mi verga y la volví a hundir, duro, con fuerza, sus nalgas chocaban contra mi pelvis en ese sonido de palmada que tanto me calienta. Me doblé y apreté sus pezones, Jessica se movía hacia adelante y hacia atrás, cuando mi verga estaba saliendo me apretaba con su cuca. Volví a enderezarme y le metí la punta del pulgar en el culo, en ese momento Jessica gimió más fuerte y se apretó contra mi pelvis dejando mi verga completa dentro de su cuca, los espasmos de su vagina me hicieron venir a chorros.

Pasamos toda la noche juntos y parte de la mañana del domingo. Tiramos otras dos veces, tan rico como la primera. Dejamos de vernos cuando se nos confundieron las cosas, yo quería sexo y ella una relación.