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Sofía continúa el relato del encuentro con el esposo de su amiga a quién siempre quiso darle una repasada.
Para que puedan seguir esta experiencia, por favor leer los capítulos previos de esta historia en Guía Cereza:
https://guiacereza.com/experiencias/post/72079/esposa-infiel-fantasia-pre-matrimonial-realizada-0
https://guiacereza.com/experiencias/post/72203/esposa-infiel-fantasia-pre-matrimonial-realizada-2
https://guiacereza.com/experiencias/post/72235/esposa-infiel-fantasia-pre-matrimonial-realizada-3
https://guiacereza.com/experiencias/post/72295/esposa-infiel-fantasia-pre-matrimonial-realizada-4
Continúa el relato de Sofía
Me asusté. Estaba muy cansada. No quería más. No sabía qué hacer. Me levanté para ir al baño, me encontré con Michelle. “Amiga, te veo casada, tómate algo”, me dijo y me sirvió una bebida fuerte. “¿Qué es esto?”, pregunté. “Maca, la vas a necesitar”, me dijo y se fue a dormir. Luego de asearme bajé. Allí estaba él con su miembro a toda asta. ¿Qué iba a hacer? Ya no podía más. Decidí ayudarlo con mis manos. Me senté al lado de él. Me abrazó y besó. Yo le correspondí y además agarré su miembro erecto. Lo froté, lo sobé, friccioné su glande. Esa verga creció mucho más y se puso dura como la roca. Era negra, negra y brillante, la vi mejor y adoré su verga.
Quería descansar, pero pensándolo bien ¿Cuántas oportunidades iba a tener de encontrarme con una verga tan grande de un tipo encantador e insaciable? Muy pocas, tal vez la vida no me dé más oportunidades. Lo besé con pasión y me encendí. Su miembro se puso como el acero. Creció su glande, él cerró los ojos y se dejó llevar por mis manos. Me agaché y metí ese glande en mi boca. Estaba delicioso, la suave piel era fascinante y el líquido salado que emitía era muy sabroso. Pasé mi lengua por la cabeza, metí mi lengua en su agujerito. Él disfrutaba plenamente, estaba perdido en la lujuria. Me miraba con deseo, con pasión. Yo era la dueña de esa pasión. Seguí mamando esa verga inmensa.
Apreté con mis dos manos y todavía sobraba bastante verga. Lo empecé a pajear a la vez que clavaba mis dientes en su glande. Me encendí, mi entrepierna empezó a mojarse. Un par de minutos antes estaba cansada, y ahora estaba encendida preparando a mi amante para otro asalto. Me encantaba su verga. Creo que es lo más importante que tiene un hombre. Su virilidad. Y Juanjo era privilegiado. Tenía lo que todas las mujeres queremos de un hombre. Mi conchita estaba mojada. Deseaba otra vez a ese hombre dentro de mí. Me sentía una puta a su lado.
- Que rico, Michelle nunca me dijo que eras tan putita, sino hace tiempo le hubiese pedido que prepare este encuentro – me dijo.
- ¿Te gusto mucho? – le pregunté.
- Desde la primera vez que te vi con Michelle, me encantaron tus tetas, tu culo, e instantáneamente tuve una erección.
- ¿Así? Y como Michelle no me dijo nada.
- No le conté para no provocar sus celos. Si sabía que ella podía compartirme contigo, hace tiempo estuviésemos tirando rico como hoy.
- ¿Te ha gustado lo que hemos hecho?
- Me encanta, sobre todo que seas tan puta, estás más caliente que una perra en celo. Y vienes equipada con todo para el amor. Tus tetas, tu cinturita, tu culo, tus piernas, toda tú estás hecha para el amor. Pero tú andas sol con tu novio.
- Ya no, ahora estoy sola sin compromiso – le di un fuerte mordisco en su glande.
- ¡Hayyy! Que putita eres, ¿Cómo se te ocurre morderme?
- Eso, para que me respetes. Te tengo controlado.
- Eso crees. A partir de ahora vas a ser mi mujer para siempre.
- No creo, ya hablé con Michelle, es solo esta noche. Yo vine a ayudar a mi amiga, porque no puede sola contigo y con el bebé.
- Pues Michelle quiere que vengas a ayudarle todas las semanas. Ella ha pensado que si te gusta vas a querer repetir.
- Ja, ja, ja. Me ha gustado mucho, pero no quiero repetir es demasiado para una noche.
- Todavía no hemos terminado.
- Van más de 4 horas y ahora si te voy a terminar.
- Inténtalo.
Me di a la tarea de masturbarlo y mamarlo hasta que pida que pare. Pero este hombre era una máquina. Aguantaba todo y seguía hinchado y duro como una roca. Tal vez fue la maca, pero yo me recuperé y continué con mi noble labor. Seguí mamando su verga hasta que me entregó su precioso líquido blanco, el cual tomé casi todo. Luego lo monté en todas las posiciones imaginables, y él hizo lo mismo. Me agarró, parada, sentada, echada. De frente, de atrás. Tomó todos mis agujeros, mi boca, mi vagina, mi ano. Se vino en mi vagina y finamente derramó su última semilla en mi ano y mi trasero.
Fueron 6 horas de puro sexo sin parar, pero por fin pude acabar con su erección. Michelle estaba dormida y Juanjo ya tenía la verga flácida. Misión cumplida.
Mientras iba en el taxi camino a casa, me puse a pensar en lo que estaba haciendo. Y me acordé de mi novio.
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Yo me pregunté ¿Qué había estado haciendo Sofía todo este tiempo?
¿En qué se había convertido?
La veía y poco reconocía en esa jovencita que me entregó su virginidad. Era una hembra en todo su potencial, que toma lo que quiere y cuando quiere. Una loba, una perra, una zorra dispuesta a tomar todos los hombres que desee. Cuando estaba conmigo no era así. ¿O era lo que yo creía? Las dudas me empezaron a asaltar.
Volvió de la ducha. Su figura se había acentuado. Ya no era la de antes. Sus encantos habían florecido. Y sobre todo su mirada, su sonrisa, sus gestos habían cambiado. Esta era otra, una mujer despampanante, una máquina sexual. Se cambió y noté que hasta su ropa era diferente. Un top mostrando el ombligo, un jean apretado y unos chunky boots. “Tengo hambre ¿Vamos a comer?”, me dijo. Bajamos en un restaurante barato de esos que quedan cerca de las avenidas principales done no les importa quien entre. Felizmente no había muchos comensales de lo contrario habrían pensado que estaba entrando una mujer de la vida alegre. Era ese tipo de restaurantes donde sirven buena comida, barata, y abundante. Muy poca gente en el lugar. Saboreamos nuestros platillos y salimos a comprar provisiones para el día siguiente. Caminamos por las calles principales. Sofía atraía miradas. Parecía que los pasantes veían u olían a una perra. Las miradas no eran de admiración, más bien eran de deseo. Yo iba vestido informal, así que tampoco desentonaba.
Ya en nuestra habitación, se desnudó. No necesitaba lucir ropa interior sexy, sus encantos eran suficiente para cualquier hombre. Vuelvo a mencionar sus espectaculares tetas, grandes, anchas. Todos nuestros conocidos querían estar cobijados entre esas tetas, todos querían tomar mi lugar. Su hermoso trasero amplio, una pera perfecta. Yo me deleitaba en recorrerlo, y darle cachetadas cuando la tenía en perrito. Toda ella era invitación al sexo provocación al sexo. Y esa hembra ahora estaba en mi cama a mi disposición. Era un afortunado después de todo.
- Todavía no me has contado de dónde salió eso de estimular el ano a tu pareja – Le pregunté mientras una de mis manos recorría su cuerpo y a otra apretaba sus tetas.
- Esa es una historia aparte – Sonrió y cerró los ojos. Una oleada de celos me invadió. Ella se acurrucó en mi regazo.
- Vamos, empieza – le ordené.
- A tu pedido después no te quejes – Me dijo mientras se acomodaba al lado mío. Ella sabía contar historias como las abuelas, pero esta no era una historia que te iba a contar una abuela.
Acto seguido, Sofía comenzó su relato.
Después del encuentro con Juanjo yo no quería saber nada más. Me sentía rara. Había cruzado una línea. Había estado con un hombre solo por sexo, es más motivada por su mujer. Había tenido sexo intenso por larga jornada. ¿Qué más me esperaba en la vida?
Empresa en que trabajo habían unos pasantes. Uno de ellos, Marc, venía de Norte América. Era un hombre muy guapo, alto, de barba cortada y cabello largo. Parecía un vikingo hermoso. Por suerte me tocó estar junto con él en un proyecto, así que pasamos unos momentos solos hablando de trabajo. Pero se notaba la tensión, él se deleitaba mirando mis tetas. Y tú sabes que a mí no me gusta mostrar, pero igual mis encantos rebasan la ropa, je, je, je.
Salimos a almorzar juntos, a conversar, contar chistes, a reír. Poco a poco agarramos confianza. Me contó que hacía poco había terminado una relación por eso decidió tomar la pasantía en el extranjero. Yo también le conté que había terminado mi relación contigo. Y poco a poco ya éramos amigos. Siempre salíamos a almorzar juntos, a tomar un café.
Hubo una fiesta de la gente de la empresa a la cual fui más por compromiso, pues al día siguiente tenía que llevar a mí mamá temprano a una cita médica. Allí Marc no se me despegaba. Conversaba conmigo de diversos temas, me sacaba a bailar y ya todos se estaban dando cuenta de nuestra cercanía. Pusieron una balada y Marc me sacó a bailar. Inmediatamente me apretó hacia él, y sentí algo en su entrepierna y estaba muy grande. Me tomó de la cintura y me aprisionó de manera que no pude soltarme. Así que allí estábamos bailando pegados, yo sintiendo su hombría… mis pensamientos empezaron a volar.
“Voy a tomar aire, acompáñame nena”, me dijo. Ese “nena” me desarmó. Me tomó de la mano y salimos al jardín. Sin mediar palabra me abrazó y mi besó. Yo le correspondí. Luego me apretó y sentí de nuevo un monstruo entre sus piernas. Me gustó provocar que su amiguito se pusiera así. Lo toqué y me pareció enorme y listo para el ataque. El me apretó las nalgas y metió su lengua en mi boca, no me dejaba respirar. Yo ya estaba entregada, no había más que decir sino actuar. En lo mejor, sonó mi teléfono. “¿Hija me vas a acompañar mañana a lo del médico?”, era mi madre. “Sí mamá”, le contesté.
Me solté de Marc lo que no le gustó. “¿Me vas a dejar así?”, me preguntó. “Tengo que irme, mañana conversamos”. Salí apresurada. “Ufff” me había salvado.
Al rato me llama Michelle.
- ¿Qué pasó, por qué te fuiste? – Preguntó Michelle.
- Tengo que salir mañana temprano – Le contesté.
- Marc se ha quedado solo y hay varias lobas por acá que se lo quieren comer.
- Bueno, es tu turno, yo cuidé de Juanjo y ahora te toca a ti cuidar de Marc.
- Será una tarea agradable, pero yo no puedo hacer con él lo que tu hiciste. Juanjo, se molestaría.
- No sé tus límites amiga, pero ahora es tu turno de cuidar de mi territorio.
- ¿Me ayudarás con Juanjo otra vez? – su pregunta me tomó por sorpresa.
- Hay amiga, eso lo hablamos en otra ocasión – creo que Michelle tenía un problema serio y además eso de involucrarme, creo que eso ya no estaba bien.
Pensándolo bien, lo de Juanjo no estaba de acuerdo a la moral y las buenas costumbres. No está bien que una esposa motive a su amiga a que se acueste con su marido. Y yo fui participe voluntaria de eso. Lo peor de todo es que lo disfruté. ¡En qué honduras me estoy metiendo!
Dos días después regresé al trabajo. Marc no se me acercaba y notaba que los demás hablaban a mis espaldas. Al mediodía fui a almorzar con Michelle.
- Cuéntame, noto raros a todos y Marc no se me acerca – le pregunté.
- ¿De veras quieres saberlo? – inquirió ella.
- Claro que necesito saberlo. Yo te encargué cuidar a Marc – Michelle bajó la mirada.
- Perdóname amiga, te he fallado.
- ¿Fallado? ¿Qué ha pasado? Ya me estás preocupando.
- Esa noche que te fuiste, yo me acerqué a Marc. Se sintió solo así que apreció mi compañía. Yo me acerqué para cumplir contigo, pero las cosas se salieron de control. Nos pusimos a tomar y poco a poco nos fuimos acercando. En un momento dado me besó delante de todos. Yo me escapé al jardín. Hasta allí me siguió. Y hay que decirlo, Marc está muy bueno. Así poco a poco me abrazó, luego me besó y después quiso tomarme allí mismo. Yo lo llevé detrás de un arbusto. Le toqué su paquete, estaba bien dotado, así que lo saqué y le di una mamada. Tú sabes que yo soy experta en esas artes. Algo que no te va a gustar…
- ¿Qué pasó?
- Cuando toqué su entrepierna se notaba un paquete duro, pero cuando lo tuve en mis manos se puso flácido. Trabajé mucho para que tuviese una erección decente. Y tienes que saber que mis artes mamatorias son de muy alto nivel. Al final lo logré y se vino en mi boca, tal vez el alcohol tuvo algo que ver con todo esto.
- ¿Qué más?
- Nada más ¿Te parece poco?
- Bueno, no hay nada de malo considerando lo que hice con Juanjo. Además, supongo que Marc quedo satisfecho, deslechado y ya no buscó a ninguna de esas otras zorras.
- Supongo que no, pero no puedo asegurarlo pues me tuve que ir.
Ahora ya me dio ganas de conocer a Marc de manera más íntima. Algo me empezó a escocer en mi entrepierna.
Yo continué con mi trabajo, ya más pues ya sabía de lo que hablaban en la oficina.
Supongo que Marc se sentía avergonzado de haber intimado con Michelle porque no se me acerco en toda la semana.
Recién el viernes se acercó a saludarme muy serio.
- Hola Sofía, como estás – me dio un beso en la mejilla.
- Hola Marc – le correspondí.
- ¿Cómo has estado? – inquirió.
- Bien ¿Qué te parece si vamos a tomar un café?
El aceptó y en un minuto ya estábamos acomodados en una mesa del café de la esquina.
- ¿Qué tal la fiesta? – Le pregunté, él bajó la cabeza.
- Estuvo bien hasta que te fuiste.
- ¿Pasó algo? – No lo quería dejar escapar.
- No quiero que te molestes. Cuando te fuiste, me quedé muy solo así que empecé a tomar unos tragos. Se me acerco una de las chicas, pero yo no me sentía bien. Luego se acercó Michelle y como sabía que era tu amiga me puse a conversar con ella. Nos pusimos a tomar tragos juntos y poco a poco nos fuimos acercando así que me animé a besarla. No me rechazó, pero se soltó y se fue. La alcancé en el jardín y allí paso lo que tenía que pasar.
- ¿Así, y yo, que hay de mí? – Nuevamente bajó la cabeza.
- No sé qué decir. Me dejaste solo y además no sé si tienes interés.
- Mmm – me quedé en silencio.
- Quiero salir contigo ¿Después del trabajo hoy? – No es que la pusiera fácil pero su hermoso rostro rogando no admitía un no.
- Búscame aquí en el café a las 6PM.
Ya estaba dicho, ahora vería el calibre de Marc.
Llegué al café, Marc estaba casi escondido en una esquina. Apenas llegué me sonrió y me recibió con un beso en los labios. La noche empezaba bien. Pedimos dos cafés con trago y conversamos mucho. Estábamos sentados uno al lado del otro. Él puso su mano sobre mi pierna y me gustó. Seguimos conversando cada vez más cerca y me estampó un beso apasionado, con lengua intercambiando nuestros fluidos.
Besaba muy rico y sumando a eso el alcohol mi entrepierna empezó a responder. De pronto me tomó de la mano y me sacó del café. Una vez afuera me abrazó y me llevó a un hotel. Yo no dije absolutamente nada.
Era una habitación muy bonita, pequeña con una cama grande. Él me tenía tomada de la mano, me abrazó y me besó apasionadamente. Me apretó a su cuerpo y allí sentí su virilidad. Su pene estaba hinchado debajo de su pantalón. Me apretó el culo y yo reaccioné tocando su verga. Se notaba grande y hermosa. Estaba totalmente dura. Seguí acariciando su verga que me pareció muy apetecible. Ya quería tenerla en mis manos. Me agaché y abrí su pantalón, bajé sus calzoncillos y apareció el hermoso objeto de mi deseo. Una hermosa verga muy grande e hinchada. Estaba camino a ponerse dura. Acerqué mis labios y lamí su glande rosadito. Estaba tan rico, tome su líquido seminal que ya vertía en mis labios.
Mamé su verga con mucho esmero, pero poco a poco su erección fue bajando. Yo lo quería volver loco pero su verga no me respondía. Lamí su tronco y sus huevos, él empezó a gemir. Seguí más abajo, me metí sus huevos en mi boca y los chupé, su verga se recuperó un poco. Luego bajé más y lamí su perineo. Él se echó en la cama y abrió las piernas. Lamí más seguí hasta su ano y metí mi lengua. Su verga se puso dura como el hierro. Seguí lamiendo su ano en círculos, él gemía y gemía. Encontré su punto de máxima excitación. Toqué su verga y estaba hinchadísima y dura como el hierro. “Que rico hombre me voy a comer”, pensé. Me estaba deleitando con lo que iba a venir. Y él estaba extasiado con mi accionar. Yo estaba mojada, ya quería sentir ese hermoso pene dentro de mí.
Él se levantó rápidamente y me puso boca arriba. Entró en mí lentamente, lo sentí riquísimo. Veía su rostro hermoso y sentía su verga abriéndose paso en mi vulva. Me sentí tan feliz. Y empezó el movimiento sexual. Entraba y salía de mí. Me besaba con pasión como si fuera la última vez. Yo le correspondía, le apretaba el culo para que siguiera tomándome. ¡Qué disfrute!
De pronto noté que su verga bajaba su dureza, pensé que se había venido, pero no, seguía penetrándome. Recordé que su ano era su zona erógena y empecé a jugar con su ano, su verga empezó a recuperarse. Lo sentí muy rico, saber que yo podía manipularlo y ponerlo duro a mi antojo. Me aventuré un poco más y metí un dedo en su ano. Él no se quejó sino todo lo contrario, empezó a gemir. S verga creció su máxima expresión apretando mi vagina. Estaba duro como el acero. Saqué mi dedo de su ano y su verga se achicó un poco. Así que metí otra vez mi dedo y empecé a masajear sus esfínteres. Sentía tan rico esa piel suave de su ano y a la vez su verga dura que seguía en el mete y saca.
¿Te imaginas eso? Tenía el control de ese guapo hombre y lo tenía para mi sola esta noche. Lo único que tenía que hacer es manejar mis dedos en su ano. En poco tiempo me volví experta, lo manipulaba como a un muñeco. Mientras, mi cerebro ya estaba rayado. Nunca había oído y pasado por algo así. Un calor me invadió, mi vagina se encendió y apretó su pene. Grité y me vine. Si me vine, pero sin sacar mi dedo de su ano. Él seguía bombeando su poderosa verga dentro de mí. 5 minutos después me vino otro orgasmo. Este fue tan rico.
Marc seguía dentro de mí, pero no acababa. Cada vez que soltaba su ano, su verga se ponía débil. Para entonces íbamos 20 minutos de meter y sacar, mi vagina necesitaba un descanso. Metí otro dedo en su ano y follé su culo con mis dedos. Se vino. Dando un fuerte gruñido se vino dentro de mí. Llenó de leche mi vagina. Me sentí feliz, tan bien, él se tiró sobre mí y me besó. Me abrazó y me apretó contra él. Su verga estaba flácida, totalmente derrotada.
Me sentía en la gloria. Marc, ese hombre bello, era solo mío y la noche recién comenzaba.
Por supuesto que yo quería más. Luego de unos minutos empecé a motivarlo tocando su ano. Inmediatamente tuvo una erección como si recién empezara. Yo aproveché y le di una mamada espectacular que lo dejó listo para darme más placer. Me puso en perrito, pero luego de un par de minutos su verga no daba para más. Con pena tuvimos que volver al misionero para poder motivarlo. Ya no me parecía tan extraño tocarlo íntimamente porque yo gozaba con el efecto.
Esa noche gocé mucho con Marc. Era tan lindo y además tenía un miembro a mi medida. Gozó de mis tetas, de mi boca, de mi vagina. Y yo lo disfruté mucho más. E encantó cuando se vino en mi cara. Su semen caliente bañándome el rostro, su sabor exquisito y esa sensación de entregarme a un hombre tan lindo. Me sentía totalmente suya y tenía la libertad de gritar sin preocuparme que me escuchara nadie.
Recuerdo que ese día también había quedado contigo pero felizmente me llamaste y pude cancelar. Entenderás que no podía dejar las cosas inconclusas.
- Ya recuerdo, yo te llamé y tú estabas gimiendo, pensé que me había equivocado de número – le interrumpí.
- Cierto, yo estaba en pleno trance cuando vi tu llamada. Quise contestar para que me oyeras gozar, eso me calentó mucho.
- Recuerdo que volví a llamar y allí si me contestaste – puntualicé yo.
- Sííí, contesté por puro morbo. En ese momento tenía la atención de dos hombres. Uno dentro de mí y otro por el teléfono, me sentía en la gloria.
- ¡¡¡Lo sabía!!! Te oí gemir, tú me dijiste que estabas recibiendo un masaje. – me emocioné al recordar.
- Claro que era un masaje, pero un masaje vaginal, eso no te dije, je, je, je.
Sofía continuó su relato.
Esa noche regresé a mi casa y me sentía en las nubes. Él era el hombre perfecto para mí. El placer que me dio fue inmenso y ya estaba esperando repetir la experiencia.
Soñé con Marc. Soñé que salíamos juntos a ver una película y luego nos íbamos al hotel a follar. Que rico disfruté mis sueños, amanecí húmeda. Quería ver a Marc. No quería bañarme para no borrar las huellas del amor de Marc, pero tuve que hacerlo. Olía a sexo después de esa maratónica sesión del día anterior. Después del baño, noté que había tres llamadas perdidas de Marc. Inmediatamente lo llamé.
- Hola, me llamaste – le pregunté.
- Si nena ¿Cómo has amanecido? – me dijo Marc.
- Me siento bien, recién me levanté, voy a tomar desayuno.
- Yo también voy a tomar desayuno, quiero comerte.
- Yo también.
No hablamos más… Nos encontramos y volvimos al hotel. Y nuevamente a darnos placer nuevamente. Era impresionante, Marc estaba duro todo el tiempo y esta vez no necesitó que motivase su ano. Su pene estaba duro como una piedra me hizo gemir, me dolió un poco, pero el placer era muy intenso. Yo no sabía que hacer, quería comérmelo, lo besaba , lo mordía, lo lamía, le metía la lengua, me tomé su leche varias veces. Se vino en mi boca, en mi cara, en mis tetas, pero no era suficiente yo quería más.
Increíblemente Marc seguía duro y quería más. Estábamos conectados. En un momento me puso en perrito y me lo metió todito de un solo golpe. Yo grité, pero Marc no tuvo compasión me empezó a bombear el placer me invadía más y más… me vine y mojé las sábanas. Estaba rendida, pero Marc seguía. Él empezó a explorar mi trasero, me daba nalgadas, me tocó el ano, me metió un dedo, luego dos y de pronto ¡plop! Sonó cuando sacó su pene de mi vagina y acto seguido empezó a presionar mi pequeño agujero.
Le dije que no quería por el culo, pero él solamente me mandó a callar. Empezó a presionar más hasta que su glande se abrió paso por mis esfínteres. Me ardía pues no me había lubricado. Grité de dolor, había metido la mitad de su miembro. Parece que mis gritos eran interpretados como motivación, pues Marc continuó su penetración introduciendo su enorme herramienta en mi colita. Mordí la almohada para no gritar mientras él introducía todo su miembro hasta que sus huevos golpeaban mi vagina. Empezó a sacar un poco, lo que me hizo gritar. Lloré de dolor, pero aguanté. Él volvió a meter todo su miembro y luego a sacarlo y así. El dolor cedió y empezó el placer. No sé qué pasó que ya no me dolía, tal vez mi ano empezó a lubricar, no lo sé. Sentía su enorme pene en mi culo y eso me volvía loca. Me hubiera gustado ver cómo me rompía, pero no había ningún espejo en esa posición.
Empezó un frenético movimiento de Marc en mi pobre culito. Su gigantesco pene me daba un placer indescriptible. Yo gemía y gritaba, “Más, más, dame más”. Él aumentó el ritmo y me preguntó, “¿Así está bien nenita? “¡¡¡Dame más maricón de mierda… dame más!!!. Él aceleró sus embestidas y su verga durísima me daba mucho placer, pero yo quería más, “Reviéntame el culo puto de mierda, recuerda que yo he reventado el tuyo”. El seguía con el mete y saca, sus huevos golpeaban mi vagina, me tenía agarrada del cabello, y me nalgueaba.
Sentí un tirón de mi cabello hacia atrás, y una penetración profunda que me hizo gritar y gritar sin parar. Llegué al orgasmo, me vine copiosamente, caí rendida con los ojos cerrados. Él seguía dándome. “Más, más, más”, le decía yo como si fuera un robot en automático. Sentí que su verga se hinchaba más de lo normal. Estaba tan apretado su pene con mi culo, que sentí su semen pasar por su uretra y se depositaba en mi hermoso culo. Todo esto me parecía que era en cámara lenta y seguía con los ojos cerrados colapsada en la cama. Duró como 3 minutos eyaculando en mi culo. ¿De dónde sacaba tanta leche ese hermoso hombre? Yo gozaba y gozaba, era tan rico sentirlo dentro de mi colita. Poco a poco su pene cedió. Se salió de mi ano. Yo me recuperé inmediatamente y me puse a mamarlo. Que tal morbo lengüetear la mezcla de los fluidos de su pene con los fluidos de mi ano. No me importaba nada, seguía en trance. Quería comérmelo, comerme su pene. Él me levantó de los brazos, me abrazó y me dio un inmenso beso. Compartí los restos de nuestra penetración contra natura con él. Estábamos unidos por el sexo. ¡¡¡Qué delicia!!!
Era mediodía cuando pudimos desayunar. Me parecía imposible que ese hombre estuviese extasiado conmigo. Y lo iba a aprovechar. Los días pasaron y cada vez que lo veía en el trabajo estaba alerta para vigilar que ninguna me lo quitara. Apenas vi que una resbalosa le coqueteaba, yo aparecía y lo llevaba a tomar café. Un día de esos, Michelle se acercó a conversar con Marc. Yo dejé lo que estaba haciendo y me lo llevé. Una tiene que cuidar lo que es suyo sino cualquiera se puede comer su pastel.
El tiempo pasaba y nuestras sesiones íntimas se repetían casi a diario. Yo me sentía en la gloria pues estaba bien atendida por Marc.
Practicamos el sexo de a dos con todas sus variantes y cada día estaba yo más pegada a Marc. Soñaba con él y cuando podía me quedaba a dormir con él. Era raro porque el deseo no disminuía. Pero de pronto me llamaste de nuevo y volví a la realidad. Tomé conciencia que Marc se iba a ir en algún momento cuando su tiempo de pasantía acabara. Me sentía triste, pero luego lo veía y volvíamos nuevamente a la faena.
Hasta que llegó el día, él tenía que volver a su país. La noche anterior lo secuestré y le extraje toda la leche posible para que se acordase de mí para el resto de su vida. Lo ordeñé cuidadosamente, le entregué todo lo que una mujer le puede dar a un hombre. Quería retenerlo. Nos tomamos una foto juntos. Pero finalmente se fue.
Lloré mucho, porque sabía que al día siguiente ya no lo vería más. Pero había que continuar con la vida. De eso no hace mucho así que después de eso me llamaste y aquí estamos.
Continuará...