Guía Cereza
Publica tu Experiencia

Relatos & Experiencias

Vegetariana

Empecemos aclarando algo, soy vegetariana, pero no el tipo de vegetariana que tú crees.


Ésta es una parte de mi vida que no le he contado a casi nadie, solo a los muy muy muy cercanos y que con toda certeza sé que no se van a escandalizar.


Si no han leído "Amor Adolescente" vayan y le den una mirada antes para que tengan mejor contexto. Yo prefiero los detalles y allá está hasta con cada pelo y señal, pero si no creen que les haga falta, esta es la versión resumida: es básicamente mi historia de adolescente cuando me enamoré de un chico un poco mayor que yo y de cómo perdí la virginidad.


La verdad no podía estar más enamorada y feliz por la forma en que había sucedido todo, había sido perfecto. Lástima que... no duró mucho.


---


Uno se pasa la adolescencia asustada por cómo será la primera vez, tantas cosas ridículas que te cuentan o lees y nunca pasan. En realidad, lo único que sí me contaron y me pasó, es que apenas pruebas ese delicioso postre, quieres literalmente hacerlo a toda hora, te consume el deseo y no desperdiciar ningún momento para estar con esa personita que te encanta.


En mi caso, no nos podíamos ni sentir cerca porque la libido nos atropellaba y terminamos haciéndolo en los lugares que menos nos esperábamos: en los baños de la Universidad tanto en la de él como en la mía, en el estacionamiento de nuestras casas, en los baños de los bares, en las fiestas que hacían en las casas de los amigos y en las fincas nos metíamos derecho a una habitación y prácticamente no nos veíamos con los demás.


En el carro, ufff en el carro de nuestros padres sí que lo hacíamos, ya fuera de ida o venida nos echamos un rapidín o nos manoseamos. Nos encantaba esa sensación de que alguien nos fuera a ver y sí que disfrutaba mamárselo en los trancones mientras conducía.


Su obsesión con mis nalgas era tremenda, le encantaba verme en ropa interior, agarrarlas, morderlas, darle palmadas y besitos. Para mí era muy excitante y a la vez difícil, ya saben que es algo que me volvía loca, pero que trataba de evitar porque me daba vergüenza decirle lo que sentía o proponerle que me ayudara a experimentar.


Inclusive varias veces esperaba que lo hiciera por iniciativa propia, pero creo que por respeto o por educación nunca sobrepasaba el límite.


---


Así duramos un poco más de un año, escapándome en las noches para poder estar con él y regresar en la madrugada antes de que mis padres se despertaran mis padres.


Hasta que su papá un día tuvo que ir más temprano, abrió la puerta del cuarto de Mateo y fijo yo estaba arriba llevada del carajo, agarrándome los senos mientras me lo comía cual vaquera de rodeo. Del susto me caí de la cama tratando de cubrirme con algo.


- Necesito hablar con ustedes dos, por favor vístanse


Él señor cerró la puerta haciendo una mueca de decepción. Me moría de la vergüenza tener que salir y darle la cara, pero ya que nos había descubierto no había nada que hacer.


Nos dio una cátedra completa sobre respeto a la pareja, a los padres y a lo sagrada que es la casa de una familia como para que la cojan de motel. Ninguno de los dos le respondió, solamente nos quedamos con la cabeza agachada y las manos cruzadas al frente. Lo peor fue que le prohibió a Mateo que me volviera a entrar a la casa. Eso me hizo sentir como si fuera la mujer más puta, perra e impura del mundo.


Después de eso todo cambió, porque no nos podíamos ver tanto, ni hacerlo prácticamente todos los días. Para empeorar las cosas a Mateo le habían robado la moto y tampoco podíamos salir por ahí y en mi casa era imposible porque mi mamá estaba todo el tiempo, no nos dejaba pasar de la sala y a cada rato interrumpía o pasaba para echarnos un ojo.


Empezamos a pelear porque a mí me cuidaban demasiado como si fuera una niña, me limitaban las horas de llegada, los permisos para ir a fincas y hasta me compraba con sus compañeras de la Universidad. Todo iba de mal en peor y decidimos darnos un tiempo.


Me dio durísimo y traté de concentrarme solo en los estudios, pero era imposible no pensar en él. Ya había pasado 1 mes y no me aguantaba más, lo llamé y haciendo caso omiso de las palabras de su papá me fui a pasar la noche en su casa, esta vez nos aseguramos de poner pasador a la puerta.


Otra noche para no olvidar, no pegamos el ojo por estar juntos toda la noche y me sacó todos los orgasmos que tenía acumulados. Ya se escuchaban los pajaritos cantar y el cielo comenzar a aclarar.


Yo estaba encima y él agarrándome las nalgas, estaba demasiado excitada, abrazando su cabeza y se me salió sin pensarlo.


- Ahhh amor, tócame el culito


Mateo me miró un poco extrañado, pero no le disgustó la idea. Levantó su torso de la cama y me pasó las piernas por detrás, me besó los senos mientras los apretaba con sus manos y me metió sus dedos a la boca para que los llenará de saliva.


Los colocó con calma en mi culito que con solo pensar que iban en su dirección palpitaba de emoción. Con solo poner su dedo encima se me salió un gemido más fuerte que nos podía haber delatado. Me tapó la boca y abrió los ojos recriminando.


Movía el dedo en círculos mientras lo cabalgaba, le gemía al oído, pero cada que medio ejercía presión se me salían los gemidos sin querer.


- Shhhh

- Amor, no soy capaz, se me salen

- ¿Te gusta mucho?

- Si --dije con algo de vergüenza-- si un poco

- ¿Y esto?


Sentí que empezó a meter su dedo hasta la primera falange. Cerré los ojos y me mordí la boca para tratar de no hacer ruido, pero fue imposible no gemir, fue igual que la vez que lo hice masturbándome, como si en mi trasero tuviera un detonador de orgasmos y con solo meter un dedo me hiciera explotar. Me tapó la boca con la mano y sacó el dedo muerto de risa.


- Mateo --toc toc toc-- nos va coger el día --dijo su papá tratando de abrir la puerta--

- Ya voy, ya voy Pá --contestó nervioso-- no escuche el despertador


No nos habíamos fijado, hace casi una hora que me debía de haber ido antes de que sus papás o los míos despertaran. Yo me levanté a toda prisa recogiendo mi ropa del suelo para esconderme en el closet, mientras Mateo se vestía para abrirle al papá.


- No me gusta que cierre esa puerta con seguro

- Si Pá, se me olvido quitarlo ayer cuando me cambié

- Muévase pues que llega tarde a la universidad y me hace llegar tarde a mi

- Si señor


Mateo se fue a bañar, yo trataba de vestirme dentro del closet sin hacer mucho ruido. Llegó empapado, enrollado en su toalla y cerró la puerta. Abrió el closet, me ayudó a salir y me dio un beso agarrándome las nalgas. Se empezó a vestir a la carrera, mientras hablábamos.


- Que rico que volvimos a estar juntos

- Si mi vida, te extrañaba mucho

- ¿Te parece si salimos el viernes?

- Si, voy a pedir permiso desde ya

- Listo mamacita, así intentamos lo que dejamos empezado

- Si --le contesté con la cara roja enrollando los dedos--

- ¿Te gusta eso? ¿por qué no me habías dicho?

- No sé, solo me dieron ganas de probar --obviamente si sabía y llevaba rato queriendo decírselo--

- Mamacita, te dejo que sino mi General --refiriéndose a su papá-- me mata ¿ya sabes cómo salir cierto?

- Si mi novio --le fui a dar un beso y se corrió--

- Eso lo hablamos luego

- ¿Cómo así? --se me cayó la mirada enamorada al piso--


Su papá no dejaba de pitar insistentemente afuera de la casa para que saliera y él aprovechó eso como excusa para no seguir el tema. Me dio un pico en la mejilla, cogió su morral y bajó corriendo. Desde la ventana vi cómo se metió al carro y me quedé ahí parada como una idiota en shock.


Acabamos de pasar toda la noche juntos y ¿se despidió de pico en la mejilla? y aparte no le parecía una reconciliación. Salí sin cuidado y al pasar por la sala su mamá, que nos alcahuetea nuestros encuentros nocturnos, me habló.


- Agata mija ¿usted por acá? --me habló sorprendida--

- Sí señora, que pena

- ¿Ustedes no habían terminado?

- Si, pero nos estamos dando otra oportunidad --contesté con duda recordando las últimas palabras de Mateo--

- Ay mija --suspiró-- eso de estar terminando y volviendo no es bueno para ninguno de los dos

- Si, doña Karla, yo sé, pero ¿qué hago? Mateo me encanta


Ella me miró desconsolada, de una forma que nunca lo había hecho, me dio un gran abrazo y un beso en la cabeza como lo hace mi mamá.


- Muñeca usted sabe que yo la quiero mucho y Mateo puede ser mi hijo y todo, pero uno como mujer no puede dejar que jueguen con uno, sino se la montan

- Sí señora, yo sé, quedamos de hablar el viernes

- Ay mija --suspiro--


La cara de ella era de total decepción, se le notaba que tenía un nudo en la garganta, algo que me quería contar, pero no podía. Me corrió un escalofrío por todo el cuerpo, como un mal presentimiento.


- Ya me asusto doña Karla ¿Mateo le ha dicho algo de nosotros?

- Mija, eso es algo que ustedes tienen que hablar

- Está bien, gracias por el consejo. Que tenga buen día


Fui a la tienda y compré unos panes y una bolsa de leche. Mi excusa para que pensaran que me había levantado a comprar algo y no que había dormido afuera.


---


Estuve toda la semana con esa cosita maluca que no me dejaba estar tranquila, aproveché que uno de mis profesores nunca llegó a clase y decidí comprarle unos chocolates y darle la sorpresa en su Universidad.


Iba caminando por los corredores con cara de pastel, hasta que a lo lejos lo vi con su grupo de amigos y él abrazando a Manuela, pensé que era solo un abrazo normal de amigos, pero cuando se volteó y le dio un beso, se me heló todo y hasta los chocolates se me cayeron al piso. Me agaché para recogerlos y se me salieron las lágrimas de inmediato, no sabía ni que hacer, pero ya todo el mundo me empezaba a mirar raro, entonces salí corriendo para el baño y me encerré en uno de los cubículos.


Me sentía como una completa idiota, me imaginé de todo, menos que Mateo fuera a ser capaz de hacerme algo así. Se me venía a la mente la cara de la mamá cuando hablamos y seguro eso era lo que trataba de decirme.


- ¡MALDITO PERRO! --grité sin fijarme si había alguien más--


Salí envalentonada, me sequé las lágrimas en el espejo, maquillé y aseguré de quedar bien mamacita. Al menos que le tiemble todo cuando me vea. Retome mi camino por el corredor llevándome más de una mirada.


Él a lo lejos me vio y se puso pálido, trató de quitarle la mano a Manuela de encima, pero ella inconscientemente se la agarró y siguió hablando con sus amigos. A cada paso que daba no decidía si hacerle un escándalo o cómo abordarlo. Con su cara de espanto sabía que yo llevaba la ventaja de la sorpresa.


- ¡Hola Mateo! --lo saludé como si nada--


Sus amigos abrieron el círculo en el que estaban hablando y cuando me vieron tan guapa me abrieron espacio para saludar.


- Hola Agata ¿qué haces por acá? --le temblaba hasta la boca--

- Por unos libros que no hay en mi U

- Bacano eso de los convenios entre universidades --dijo uno de sus amigos que estaba bastante interesante--

- Si una belleza, voy a necesitar un guía ¿me ayudas?

- Claro --obviamente interesado--

- ¿Esta no es tu vecinita? --preguntó Manuela mirándome de arriba a abajo-- ¿la que vino el otro día con uniforme?

- Si si, esa misa soy --le contesté-- y por lo que veo ¿Si te gustaba Mateo?

- Si claro, casi que no me hace caso, pero ya llevamos 6 meses de novios

- Ah --lo miré como un culo-- 6 meses que bien vecino --increpé irónicamente--


Me hervía la sangre y me provocaba tirarle una cachetada que le volteara la cara y hacerlo quedar mal. El muy maldito tuvo el descaro de estar con las dos todo este tiempo.


- Bueno Manuelita, cuídalo, que si te descuidas te lo roban

- ¡¡¡UYYYYYYY!!! --gritaron en coro--

- Si --se rio de mala gana y le dio un beso-- por eso lo mantengo bien cerquita

- Un placer --voltee hacia su amigo-- ¿vamos?


Me di la vuelta sin siquiera volver a mirar al muy maldito, me temblaba todo por dentro y no sabía cómo deshacerme de su amigo. Cuando llegamos a la biblioteca saqué la excusa de que no había traído el carnet para poder prestar el libro y le di las gracias por haberme acompañado. Salí de la Universidad y tomé el primer taxi que vi.


No paraba de llorar, esos momentos bonitos se acababan de borrar por completo, trataba de escribirle un mensaje con el celular, pero me salían tantas lágrimas que ni veía la pantalla.


Mateo no era ningún príncipe azul, era un completo cobarde e idiota que no tuvo las güevas parar decirme la verdad.


En la mente me venían mil preguntas a la cabeza: «¿cómo podía ser tan estúpida de no darme cuenta antes? ¿cómo pude pasar la noche con él? ¿cómo pude enamorarme tanto? ¿cómo pude darle mi virginidad a tremendo imbécil? por inocente y confiada, por andar de enamorada ¿hasta pensaste en que te rompiera el culo? eres una idiota Agata.»


Llegué a mi casa, traté de que mi mamá no me viera llorando y me metí a la habitación. Ella se sentó en la cama y me empezó a acariciar el cabello con ternura.


- ¿Agata que le paso?

- Nada Má --con la voz quebrada--

- ¿Cómo que nada? ¿Entonces por qué está así?

- Por nada Má

- ¿A mi muñeca qué le pasó?

- Vi a Mateo con otra mujer

- Maldito, cuando lo vea lo...

- No Má, no vale la pena ese idiota --la abracé y me solté en mar de lágrimas como si fuera una niña chiquita--

- Ay mi muñeca hermosa, acá estoy mi princesa


Mi mamá solo se quedó ahí en silencio, acariciándome la espalda y el cabello igual que cuando era niña y me despertaba gritando por alguna pesadilla. Lloré, lloré, lloré y lloré hasta que me quedé dormida.


---


Mateo llegó a tener el descaro de volverme a hablar, ni siquiera se disculpó, lo único que me dijo es que había sido mi culpa por no querer que nadie supiera que éramos novios, mientras que a Manuela si le encantaba gritarlo a los cuatro vientos, y si lo aceptó, eso fue un error, pero no le daba derecho a mentirme. Lo peor es que me ofreció ser su moza, porque igual me gustaba ser discreta. No jueputa qué ofertón ¡malparido!.


Obvio que me desquité, él había quedado súper obsesionado con la idea de partirme el culo porque era algo que nunca había hecho. Me hice la que lo perdonaba y lo calenté toda una noche diciéndole cómo quería que lo hiciera, pero le pedí que hiciera reservas en un Hotel, podría ser la moza, pero igual me tenía que gastar un buen lugar.


Me empezó a llamar desesperado, le contesté las dos primeras veces y le dije que estaba en un trancón, pero que me esperara en la habitación desnudo que ya iba a llegar. Nunca lo hice y mejor apagué el teléfono porque me lo iba a quemar a punta de llamadas. Nunca más nos volvimos a hablar.


Ese definitivamente fue un calvazo que me regalaba la vida para que dejara de ser tan ilusa y empezara a darme cuenta que hay que ser más realista. Traté de decirme que no se trataba de desconfiar de todo y todos, sino de estar más atentos a las señales, pero en realidad, ya ni en mi sombra creía. Las palabras de halago de cualquier hombre me sonaban completamente huecas. Ya sabía lo que todos querían, lo mismo que Mateo, hablar bonito para llevarlo a uno a la cama.


Decidí concentrarme en mis estudios y prometí no volverme a cuadrar con nadie hasta terminar la universidad. El día que quisiera tener sexo, iba ser por mi decisión y solo para quitarme las ganas.


---


Mi gran problema es que me mantenía caliente, no quería nada con ningún hombre, pero sentía que con solo con masturbarme ya no me era suficiente.


Hasta tuve una época en la que me desquitaba con la almohada, la usaba tanto y me venía en ella que la terminé llenando de nudos. Me tocó decirle a mi mamá que me comprara otra porque me levantaba con dolor de cuello casi a diario. Además, en esa época las sex-shop no habían sido tan normalizadas como en la actualidad y no era tan fácil conseguir todo tipo de juguetes y lubricantes.


Recuerdo claramente una tarde calurosa de agosto, estaba sola en casa, mis papás iban a estar de visita todo el día en la casa de mi abuela. En esos días que el lívido te sobrepasa y en lo único que piensas es en sexo.


Solo me aguantaba unos cacheteros rojos y andaba con las tetas al aire por toda la casa. Ese tipo de clima bochornoso me pone mal y ni sentada con el ventilador de frente se me baja la calentura. Me masturbaba y a los 5 minutos otra vez estaba recaliente.


- Debería llamar a Mateo --dije en voz alta y de inmediato me regañé-- ¿acaso estás loca o qué?


La arrechera me tenía desvariando. Bajé a la cocina, abrí la nevera y sentí ese fresquito del viento helado, me provocaba meterme ahí dentro.


Saqué unos hielos y me los empecé a pasar por el cuello para bajar el calor. Fue refrescante por un momento, pero terminó excitándose más, no pude evitar pasármelos por los senos y luego seguir las goticas de agua que bajaban por mi abdomen y meter uno de esos hielos casi derretido entre mi ropa interior. El calor de mi sexo que emanaba como lava no tardo en derretirlo.


Ahí estaba de pie, con una mano en la puerta de la nevera y con la otra tocándome por todos lados, con los ojos cerrados, metiéndome los dedos y gimiendo. Cuando estaba a punto de venirme abrí los ojos y lo primero que enfoque fue un pepino cohombro verde oscuro que me llamó la atención.


Al principio rechacé la idea, agitando la cabeza hacía los lados, pero luego me cogió un ataque de risa. Me incliné para cogerlo y cerré de un portazo la nevera. Lo lavé bien en el lavaplatos y salí corriendo para mi habitación, igual sabía que mis padres no iban a estar, pero me sentía más segura probando algo así en mi cuarto.


Subí las escaleras muerta de la risa, cerré la puerta de mi habitación con seguro y me tiré en la cama. Cerré los ojos, me empecé a tocar por todo el cuerpo, lo primero que se me vino a la mente fue el miembro de Mateo, igual era el único que conocía y lo que más me gustaba de él. Recuerdo esas venas marcadas y su glande y me da escalofrío.


Me dejé llevar a tal punto de simular que lo estaba mamando, el sabor era obviamente algo diferente y el cerebro trataba de luchar contra eso. Así que lo llené de saliva lo bajé y acomodé en mi sexo y me dio un poco de risa «¿Agata que demonios está haciendo?»


- Pasar bueno --me contesté en voz alta--


Me agarraba los senos, pellizcaba los pezones y jugueteaba con el pepino en mi vagina, lo pasaba por toda la rajita esperando que me entregara sus jugos. El calor que hacía me ayudó bastante y sin siquiera darme cuenta estaba empujando el pepino en mi interior.


- Ay si, esto era lo que necesitaba


La forma del pepino angosta al inicio y un poco gruesa en el medio era perfecta para meter y sacarlo, porque entre más lo metía más se dilataba mi sexo. Estaba gimiendo como loca, llevaba meses sin sentirme tan bien, mordía las almohadas para evitar que me fueran a escuchar los vecinos y arrancaba las sábanas de la cama desesperada.


Estaba consumida de placer, daba vueltas de arriba a abajo, lo metía y sacaba, lo chupaba saboreando mis jugos y lo devolvía a su lugar. No terminaba de tener un orgasmo, lo movía dentro simulando la forma en que Mateo me lo metía, le daba vueltas sobre su propio eje dentro de mí, algo completamente nuevo pero que se sentía muy bien. Lo metía y sacaba rápido buscando el siguiente orgasmo.


Cada orgasmo me ponía peor y más desespero encontraba en mi cuerpo por ser follada con fuerza. Me hice boca abajo y lo cuñé con una de las cobijas para que no se moviera mientras simulaba cabalgar. Apoyaba las manos en la cabecera, miraba por la ventana hacía la casa de Mateo recordando como me gustaba hacerme encima mientras me agarraba las nalgas.


- Si Mateo cómeme --decía en voz alta-- ¡cómeme!


Me corrí otro par de veces, me chupé los dedos llenándolos de saliva. Traté de aguantarme un poco, lo juro, pero de nuevo estaba esa sensación, ese pensamiento que me pedía a gritos que lo hiciera.


- Quiero que me des por el culo --sonreí-- Ahhhh sí, por favor


Llevé una mano hacía atrás, me senté por completo sobre el pepino y pude sentir como chocaba en los más profundo de mi interior. Movía la pelvis torpemente, me apretaba los senos y me acariciaba en círculos el asterisco.


- Ay dios ¿por qué me gusta tanto esto?


Me tapaba la boca tratando de no gemir, pero no era capaz.


- Mételo, mételo


Empuje un poco el dedo, ni siquiera lo había metido y ya las piernas me estaban temblando. Cada que metía y sacaba el dedo me daban escalofríos por todo el cuerpo. Imaginaba a Mateo respirandome en el cuello, metiendo su miembro por detrás mientras me agarraba los senos y automáticamente me venía. Aún no era suficiente.


- Que lo metas te dije


Empuje el dedo hasta el fondo y me toco quedarme quieta un momento. Hasta los dientes me castañeaban y las fuerzas se me iban. El corazón a mil, la garganta seca y mis pezones duros casi a punto de explotar.


- Ohhhh siiii, así así mi amor


Sacaba y metía ese dedo, no podía dejar de mirar por la ventana y pensar en él. Estar en su cuarto entregándole la última parte virgen que me quedaba. Lo odiaba, pero no podía negar que él sabía cómo, dónde y cuándo tocarme para volverme loca.


No estaba pensando muy bien las cosas que digamos, solo me estaba dejando llevar por la calentura. Cerré los ojos y un segundo dedo empezó a abrirse cabida por detrás, no me importaba cuánto dolía solo me importaba imaginar que era el miembro de Mateo. Hurgaba en mi trasero sin compasión, pellizcaba mis pezones dándoles vuelta y brincaba sobre el colchón cabalgando el pepino como una loca.


- ¡ASI AMORRR! ¡ASI! ¡AAAAAASSSSIIII! ¡ASI! AAAAAAAAAAAAHHHHHHHHHHHHHHHHH


Caí con la cara entre las almohadas, muerta de risa y dichosa al fin me había venido de una forma tan intensa que estaba segura que no me iba a tocar más en todo el resto del día. Todo el cuerpo me temblaba.


- Eres un idiota Mateo, eres el idiota más grande del mundo. Me estarías culeando en vez de estar jugando al novio y la novia. ¡Maldita Manuelita!


Me sacudí de la mente a Mateo y me metí al baño a quitarme el sudor y lavar muy bien a mi nuevo novio vegetal, tenía que regresar de vuelta para que mi mamá no fuera a sospechar nada. Porque sería demasiado obvio que solo un pepino se desapareciera de la nevera mientras solo estaba yo en la casa.


---


Sabía que no era normal lo que había hecho y me cuestioné demasiado, sobre todo por haber vuelto ser tan débil para revivir a Mateo en mi mente y que me dominara tan fácil. Me prometí cancelarlo definitivamente y enterrarlo en las profundidades de mis recuerdos.


Lo del pepino ya había sido otro nivel. Si me daba vergüenza decirle a Mateo cuando éramos novios que quería experimentar por detrás, no se imaginan como guarde esta locura en secreto. No me atrevía a contárselo ni a mi mejor amiga.


Cada que me masturbaba pensaba en ir a asaltar la nevera y luego me regañaba tratando de alejar esos pensamientos. De verdad que no era nada normal y en algún punto llegué a pensar que me estaba enloqueciendo por falta de sexo.


Intenté quitarme las ganas con un man de la universidad que me parecía bonito, alto, con ojos verdes y cejas gruesas que me encantaba. Estuvimos como dos semanas hablando y ya me tocó ser un poco más obvia porque él man era un pelín lento. Al fin casi que lo obligué a invitarme a rumbear. Cuando estábamos más tomados al fin se atrevió a darme unos cuantos besitos. Fui directa y le dije que nos fuéramos para un lugar más privado solo los dos.


Maldita sea sí que la pasé mal, apenas y nos habíamos terminado de desvestir, le estaba colando el condón para darle una mamada y se vino, se vino el muy precoz. Otro motivo más para extrañar al imbécil de Mateo.


Igual trate de ser comprensiva y tenerle paciencia. Nos acostamos un rato a beber a ver si el man reaccionaba, pero nunca más se le volvió a parar. Él solo se excusaba diciendo que era la primera vez que le pasaba, pero era obvio que lo que necesitaba era una buena terapia de educación sexual y dejar de tirar tanta paja.


Frustrada por la experiencia, llegué a casa como una estufa a fuego máximo con la garganta seca y la calentura peor que antes. Abrí la nevera para servirme un poco de agua fría y mi sexo maniática vegetariana interior escaneo el interior en busca de mi viejo amigo Don pepino, pero no había ni uno solo. Me hice de cuclillas, abrí la gaveta inferior y vi un par de zanahorias con forma y tamaño interesante.


- No Ágata, no lo hagas --me regañe en voz alta y cerré la nevera--


Me serví un par de vasos de agua y los bogué para refrescarme. Abrí la nevera para guardar la jarra de agua y me quedé ahí parada pensando de nuevo en cómo darme placer. No me aguanté y no me iba a quedar así.


Hasta me di el espacio y tiempo para escoger con calma las que más me gustaban: una gruesa y grande de buen tamaño, y otra más pequeña y delgada más puntiaguda que se volvía más gruesa hacia la base.


Cerré la nevera y debido a que la zanahoria tiene más texturas y ranuras me tomé más tiempo lavándolas con mucho cuidado de dejarlas extremadamente limpias. Subí las escaleras cuidando que mis papás que estaban en la sala viendo TV no las vieran.


Cerré la puerta de mi habitación, me apoyé de espaldas a ella y levanté mis manos para ver a mis nuevos acompañantes.


- Oh lalala lalala oh lalala amiguitos ¿nos vamos a portar mal cierto?


Me reía sola como una pendeja, pero la verdad estaba emocionada, al parecer un par de vegetales me podían hacer más feliz que un humano, o bueno, al menos no se iban a venir de una y dejarme empezada.


Quité el edredón de la cama, levanté las cobijas y los acomodé en el medio. Me quedé mirándolos y empecé a imaginarme dos hombres del estilo que me gustan, flacos, altos, callados, pero con pensamientos morbosos. Baile sensualmente para "ellos" y me desnude lo más sexy posible mientras me miraba en el espejo.


- Que linda estas mamacita --me dije admirando mis nuevas curvas, acariciando mis senos que ya habían crecido un poco y mi trasero redondito que me encanta ver en tangas--


Me senté en medio de "ellos" cerrando los ojos, tocando mi cuerpo e imaginando que eran ellos los que lo hacían. Volteaba a un lado y al otro para besarlos y masturbaba sus duros miembros naranja al tiempo. Me calentó tanto pensar en esa idea de tener dos hombres para mí, que hasta podía ver el cambio de color en mi ropa interior por la humedad.


Ya había tenido suficiente preámbulo, lo único que quería era que me quitaran estas ganas tan tremendas de follar y la horripilante decepción que horas antes había sufrido. Me acosté en la cama, simulando tenerlos uno al lado del otro, chupando sus dulces miembros. Me fascina cruzarlos como si jugaran espaditas entre ellos y meterlos a la boca al tiempo.


El más grueso y grande fue el primero en entrar a mi vagina, se sentía diferente, era un poco más tosco al entrar y salir que el pepino que es liso, por se agradecen las texturas, cambios de tamaño irregular y surcos. Provocaba una excitación menos plana y divertida.


Con el más corto y puntiagudo, me lo pasaba entre la boca llenándolo de saliva, acariciándome el clítoris o intercambiándolo breves momentos, pero la verdad me gustaba más el otro. Me di la vuelta y me coloqué en cuatro imaginando a uno adelante y a otro atrás.


Me acariciaba con la puntica de la zanahoria mi culito y me recorría un escalofrío por todo el cuerpo, mi trasero se abría y cerraba de la emoción queriendo tragar los que le colocaran ahí.


Empecé a empujar la zanahoria por detrás y se sentía demasiado bien, la figura que había escogido para esa labor era perfecta, me ayudaba a dilatar sin sentir dolor. La empujaba lentamente sin hacer fuerza y luego mi culito apretaba y me encantaba sentir al salir. De vuelta empujar y apretar, empujar y apretar, empujar y estar en la maldita gloria.


Dejé de pensar en los dos hombres, me concentré en mirarme, en sentir, en disfrutar de mi propio cuerpo, de mi propia sexualidad y me encantaba. Metía la cabeza entre las almohadas para poder morder y ahogar mis gemidos. La zanahoria pequeña se metió dentro de mi completamente y solo quedaba un largo tallo verde y sus hojas.


Moviendo mi pelvis me concentré en la parte delantera, metiendo y sacando con fuerza y rapidez, acariciando mi clítoris, apretando mis senos. Hasta explotar.


El orgasmo fue delicioso y me hizo apretar tanto mi sexo que primero salió despedida la zanahoria más grande y luego la zanahoria de atrás. La verdad cuando sale es un poco parecido a cuando entras al baño a hacer del dos, pero también es demasiado placentero como se siente eso justo cuando te estás viniendo.


Estaba tan exhausta y ebria que ni me di cuenta cuando me quedé dormida. Al otro día cuando desperté con mis dos nuevos amigos tallándome la espalda recordé lo que había hecho y me volví a avergonzar, pensaba que era una cosa de borrachera y busqué cómo tirar las evidencias antes de que mi mamá subiera y las fuera a encontrar.


Me castigué feo por lo que había hecho esa noche y estuve luchando casi un año contra esos pensamientos.


---


De eso, ya han pasado más de 20 años. Descubrí que era un tipo de vegetariana, pero vegetariana sexual. Me tomó mucho tiempo entender que lo que hacía no se trataba de una aberración, de un pecado que tenía que evitar y esconder.


Aprendí a dejar de negar que era una mujer que podía tener orgasmos muchísimo más fácil por vía anal que vaginal. Sé que no soy una mujer común, y esa fue la parte más difícil de aceptar y entender.


Solo estaba aprendiendo a conocerme. No tenía por qué avergonzarme por masturbarme, por buscar mi propio placer y por tener como fetiche experimentar con todo tipo de verduras.


Debo confesarles que experimenté con muchas cosas como: rábanos, zanahorias, pepinos, berenjenas, calabacín para introducir; ají largo, jengibre, fresas para frotar; rábanos como bolas chinas; puerro y cilantro para dar azotes.


Mis favoritos son: la mazorca o maíz por la textura que dan los granos que dan una sensación indescriptible al entrar y salir; y algo rarísimo como dejar las zanahorias que se envejezcan y pierdan la rigidez, luego las metes al congelador y las usas, es una delicia sentirla fría y dura y luego más cálida y maleable.


Lo único malo de todo esto es que para esa época no teníamos casi acceso a internet, ni mucho menos cargar en el bolsillo un dispositivo con la información del universo al alcance y poder investigar más del tema. Tuve varias visitas al médico a causa de infecciones vaginales y cistitis, debido a que estas prácticas pueden provocar que bacterias y hongos de las frutas y verduras pueden trasladarse a tus genitales, se pueden hacer heridas e irritaciones por abrasiones o quemaduras, puede cambiar el PH y ecosistema vaginal. Así que, aunque tenía mucho cuidado de lavarlos muy bien, lo más recomendable habría sido usar preservativos y un buen lubricante a base de agua. Además, ahora sé que se tiene un nombre: dendrofilia que es considerado una parafilia sexual o algunos otros lo llaman petting.


Para mi sigue siendo un tema muy privado que muy muy muy muy pocas personas conocen de mí y escribir esta historia me dio un poco de alivio porque me pude desahogar. No crean que lo único que hago en mi vida es asaltar la nevera para buscar con que complacerme.


A lo largo de mi vida estuve con varios hombres con los cuales también disfruté mucho, pero lo gracioso es que ninguno de ellos me insinuó algo sobre el sexo anal y yo por vergüenza tampoco fui capaz de pedirlo.


La forma en que conocí a Axel mi esposo, no fue nada normal por decirlo así, había bebido mucho y era la primera vez que probaba la marihuana. Esa noche su novia me ofreció hacer un trío, pero yo le dije que no era lesbiana, entonces me dijo que tuviera sexo con él mientras ella veía. Estaba tan volada que terminé aceptando y hasta yo misma, encima de él fui la que le cogí su miembro y me lo metí por detrás, me excité tanto que terminamos los tres en la cama sin importarme nada.


En una sola noche me drogué, tuve sexo anal y estuve con una mujer por primera vez en mi vida. Otra locura más con la cual lidiar, ¿ahora aparte de ser una amante de las verduras me gustaban las mujeres y compartía un hombre?


Resultó ser que sí, que si me gustaba el sexo anal, que si me gustaban las mujeres, que me gusta el porno y que aun después de casados me gustaba compartirlo con otras mujeres siempre y cuando lo hiciéramos juntos.


Ellos dos me ayudaron a abrirme un poco más y dejar tantos perjuicios. Ahora aparte de los juguetes que usamos, soy capaz de disfrutar que ellos me vean mientras tengo sexo con mis amadas frutas y verduras sin sentirme culpable. Inclusive ahora con mi esposo hemos llegado a experimentar comiendo esas cosas que me introduzco.


Así que mis queridas vegetarianas sexuales, déjenme decirles que no son las únicas y que no están locas, solo que debemos aprender que la sexualidad no es una guía de pautas a seguir, a veces hay que dejarse llevar y disfrutar de la manera que más te complazca.


¡Besos y que disfruten de su ensalada!


---


Escrito: Agata

masterturgon

Somos pareja swinger

visitas: 687
Categoria: Autosatisfacción
Fecha de Publicación: 2023-09-06 17:57:25
Más Relatos Por masterturgon
Compartir en:

2 Comentarios

Que delicia,y creeme que no solo tú cómo mujer disfrutas del sexo vegetariano,algunos hombres sin ser homosexuales también lo gozamos

2023-10-31 03:12:59

Excelente!

2023-09-06 19:57:57