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Nosotras ya habíamos tenido nuestro royo tiempo atrás, ya saben, nos dio por probar cosas nuevas, solo que terminamos "experimentando" más veces de las que imaginábamos.
Nos encantaba hacerle a la otra lo que nos gustaría a nosotras mismas y además, gracias a nuestra buena amistad, teníamos la confianza de contarle a la otra las cosas nuevas que nos gustaría intentar.
Así fue como descubrimos que el 69 con un dedito en el culo era nuestra pose favorita. No parábamos de darnos lengua, hasta que nos doliera la mandíbula, se nos durmiera la lengua, se nos entumiera el dedo o que nuestros cuerpos ya no pudieran escupir más orgasmos.
Sin embargo, como decíamos no ser lesbianas, escogimos bajarle a las revoluciones por un tiempo porque ya parecíamos un par de adictas y hasta nuestras familias empezaban a sospechar.
Llevábamos casi un año sin tener nada entre nosotras, saliendo con otras personas y grupos diferentes, así nos evitábamos tantas tentaciones. Solo nos encontrábamos de vez en cuando a tomar un café y contarnos historias que no queríamos oír de los encuentros sexuales de la otra.
Nos reíamos de lo que habíamos hecho antes y hasta hacíamos cara de asco cuando veíamos un par de lesbianas por ahí juntas. Que ridículas, tratando de convencernos de que esa "etapa" ya había quedado atrás. Eso ya iba sonando como a relación enclosetada, pero que de puertas para afuera muestran otra cosa para disimular la maricada.
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Una noche me llamó para invitarme a rumbear. Me iba a presentar a su nuevo novio, el cual cuando conocí no estaba para nada mal. Un tanto metrosexual para mi gusto, pero no me extrañaba que le gustaran los hombres con facciones femeninas y hasta cejas depiladas.
Nos integramos con los amigos de él y por ahí me alcancé a enrollar con uno de ellos que pintaba para un remate prometedor, sin embargo, sus babosos y torpes besos en los corredores del baño terminaron por apagar cualquier posible deseo que llegué a sentir por él.
Calenturienta y frustrada, termine por buscar a mi amiga y su nuevo novio que me abrieron campo sin problema para ponernos a bailar juntos. A veces nos quedábamos solas en la pista y bailábamos electrónica junticas.
Su novio se fue al baño y cuando regreso y nos vio con los rostros tan cerquita, se sentó en la barra y se quedó mirándonos mientras que tomaba su trago. A nosotras se nos salían por los poros las ganas de estar juntas de nuevo, no era necesario ser un sabio para darse cuenta de que nos encantaba juguetear peligrosamente y que posiblemente lo que se podía entrever de forma vertical, podría ser un reflejo de lo que nuestros cuerpos harían de forma horizontal.
- ¿Celoso?, ¿o qué?
- Debería
- ¿Ah, sí? --respondí levantándole una ceja-- ¿tan rápido con ganas de montarle los cachos?
- Podría ser, hoy estás demasiado mamacita
- ¿Será que me acompañas al baño? --le dije lanzándole una mirada pícara--
- ¿Por qué no te vas mejor con nosotros?
Clara y directa cómo me gusta, pero la verdad era que no estaba demasiado convencida. Ya lo habíamos hablado antes, sin un trago encima y si en ese momento no nos había parecido buena idea, menos ahora con licor encima y sabiendo que era su novio.
- Yo creo que él ya se lo sospecha
- ¿Qué cosa?
- Que tú y yo --uso sus manos como si estuviera volteando arepas--
- ¿Y no le molesta?
- No sé, pero prefiero que sepa de una vez con quien se está metiendo y que de vez en cuando voy a preferir quedarme con mi mejor amiga
Hubo un silencio incómodo y hasta nos miraban raro por quedarnos quietas ahí en medio de todos. Me moría por volver a estar con ella, pero no sabía qué responder.
- ¿Entonces? ¿Qué dices, nos acompañas?
- El man está querido, no te lo niego, pero yo prefiero no mezclar...
- Me gusta como piensas --rio con picardía-- pero no los pienso compartir a ninguno de los dos
- ¿Cómo así? --junte mis cejas extrañada--
- Si, los quiero a los dos juntos, pero no revueltos
- ¡Ah ya!, picarona
- Es más, que solo vea
- ¿Sólo ver?
- Si, yo sé pequeña pervertida que te encantaría, por eso te gustaba tanto cuando nos filmábamos
Me conocía demasiado bien, había tocada en una sola frase cada punto sensible en mi interior.
- Está bien, vamos
Con una sonrisa en la cara salió corriendo donde su novio, puso sus manos al rededor de su oído para poder que la escuchara bien. Primero hizo una cara de duda y extrañeza, luego me volteó a mirar, sonrío y asintió con su cara.
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Cuando llegamos a su casa, ella lo hizo sentar en uno de los muebles de la sala, le sirvió un vaso de whiskey con hielo, le dio un candente beso refregando su pelvis en su rodilla, le dijo algo al oído que lo hizo sonreír y luego asintió.
Colocó un poco de música para darle un toque romántico al ambiente, bajó las luces y me llevo delante del sillón más largo. Me tomo de la cintura, me atrajo hacia ella y me invitó a bailar mientras que nos acariciábamos con ternura y nos dábamos esos besitos lentos, suaves y calentadores que saben cuanto me gustan.
Yo de vez en cuando le daba una mirada al man y seguía ahí sentado, sin hacer ninguna cara, simplemente mirando como nos besábamos y dando sorbos de su trago.
La ropa empezó a caer y nuestros cuerpos desnudos entrar en calor, nuestras manos escudriñaba cada rincón y nuestro se empapaban al pasar por nuestro sexo y los llevábamos a la boca para degustar de ellos, lo que obviamente nos hizo terminar acostadas en ese mueble que ya había sido testigo de nuestras locuras.
Me dejé llevar y por momentos se me olvidaba que estábamos acompañadas. Levanté mi mirada, ví como él se bajaba el pantalón y me quedé asombrada al ver semejante animal que le colgaba en medio de las piernas. No pude evitar hacer un pequeño ruidito de sorpresa.
Ella levantó su mirada y al ver mis ojos sorprendidos, posados en su miembro, no pudo más que reírse, subir por mi torso llenándome de besos.
- Se me olvido contarte ese "pequeño" detalle
- Mujer, por dios
- Se ve más grande de lo que parece
Nos empezamos a besar, mirando como se empezaba a acariciar y su longitud se empezaba a erguir, dejándolo como el hasta de una bandera con su glande circuncidado y rosado brillaba llenó de su saliva.
- Una lástima
- ¿Que cosa?
- Que no lo piense compartir --sonrió con picardía-- ¿o quieres que cambie de opinión?
- Es tentador, no lo niego --me mordí los labios-- pero prefiero no mezclar las cosas
- ¿Te molestaría si le pido que me lo meta mientras te la chupo?
- No tengo problema, desde que sepa que solo con vos
- Ok --sonrío dichosa-- ¿Podrías pedírselo tú?
- Claro que si pervertida
Me hizo acomodar apoyando la espalda contra el espaldar, me abrió las piernas, se deslizó hasta quedar de rodillas en el piso, descargo sus nalgas sobre sus talones y se metió entre mi sexo, llevando mis manos hasta mis pechos para que yo misma los acariciara.
Mientras ella estaba sumergida, entre nosotros, dos que nos mirábamos fijo a los ojos, se desató un juego de miradas y caricias que invitaban a todo. Lo llamé con mi dedo índice y se acercó a nosotras señalándome con su lanza a la altura de la boca y estuve tentada a darle una buena probada.
- ¿Te la quieres comer?
- Obviamente
Le señalé el suelo, él corrió la mesa de centro para abrirse espació, se hizo detrás de ella, acariciando su cuerpo, subió por su espalda llenándola de besos y su lengua se hacía torpe. Le dijo algo al oído y ella salió con la cara toda empapada muerta de risa, giro su rostro para darle un beso y él me miraba a los ojos mientras probaba mis fluidos desde su boca y se saboreaba.
Ella levantó su cadera, apoyándose en sus rodillas, él siguió camino hacia abajo y se perdió detrás de ella, metiendo su cara en su sexo. Tuvo que detenerse por un momento, no era capaz de gemir y al mismo tiempo darme placer, levantó su rostro, me miro y entre cerro los ojos, soltando unos deliciosos gemiditos agudos de placer mientras que murta de risa contoneaba su cintura.
Se volvió a clavar en mí y como un cocodrilo acechando su presa, vi como su novio se asomaba por encima de sus caderas. Mirándome fijamente, mientras que movía su lengua en círculos en su trasero y ella acercaba sus dedos juguetonamente al mío.
Se acomodó detrás de ella, con la espalda recta, sus pectorales hinchados y sus bíceps marcados. Podía ver como pasaba su largo miembro entre sus nalgas y se masturbaba en ellas.
Esperó a que mi cara revelara el morbo que eso me provocaba y la empezó a penetrar, muy muy lentamente, lo metía tan solo un poco, se lo sacaba y estrujaba su glande contra su sexo y luego lo guiaba con su mano a su interior.
Poco a poco lentamente, hasta que ella se fuera acostumbrando y su mismo cuerpo fuera el que se empezara a mover, lo fue metiendo más, más y más hasta que la hizo levantar su rostro y gemir con fuerza.
- Ay que rico, jueputa, mételo, métemelo todo
Sus músculos se tensaron y agarrándose de sus caderas empujo hasta el fondo haciéndolo desaparecer, sus senos se columpiaban con cada embestida y su cara de placer lo decía todo.
Entendía que no iba a poder darme placer, así que mis manos se encargaron de relevarla. Pero él, la empujó de atrás de la cabeza para que regresara a sus menesteres, se rio con maldad y ahora su cara se transformó, cada que la embestía me miraba a los ojos y se mordía la boca.
Ella empujaba sus nalgas hacia atrás y sus movimientos se hacía más frecuentes, ya la conocí demasiado para saber lo que seguía. Pasó su mano hacia atrás, empezó a tocar su agujero posterior en círculos en busca del orgasmo.
Él le quitó la mano de mala gana y la tomó de las caderas, separando sus nalgas, mostrándome su asterisco estirado. Ella se agarró de mis tobillos y más que su lengua, su nariz era la que estaba penetrando mi sexo, siguiendo los mismos movimientos de su amante.
Apenas él le metió su dedo pulgar en el culo, ella encorvó su lengua y alcanzó el mío. Sus gemidos y movimientos frenéticos, junto con su nariz estrujando mi clítoris, me hicieron estallar en su cara y con ella toda empapada levanto su mirada y me dejo apreciar como una regalo cuando sus ojos se fueron hacia atrás y llego su momento.
En vez de relajarse se volvió más frenética, de un salto se montó encima de mí y mientras me besaba me empujaba con su pelvis como si me estuviera penetrando, levanto una de mis piernas, metió la suya por debajo y empezó a frotar su sexo empapado contra el mío.
Con su mano lo busco hasta que si hizo detrás, sus gemidos y movimiento me indicaban que la estaba volviendo a penetrar. Ella me hizo tumbar en el mueble hacia un lado, se frotaba contra mi sexo moviendo su pelvis. Empecé a sentir como las bolas de su novio chocaban contra mi sexo, ella se rio al notar mi placer.
Se acomodó un poco más arriba y ahora, mientras la penetraba, sentía la longitud de su miembro abrir mis labios de par en par, su glande cuando salía de su sexo hacía cosquillas en mi clítoris y mis gemidos delataron demasiado mi placer.
- Deberías probarlo --dijo entre risas en mi oído--
- No, yo no.... ahhhh ahhhh
- Yo sé que si quieres
- Me dijiste que solo mirar
- Sí, pero no dije cuál de los tres iba a ver
Se levantó tomando su miembro encaminándolo a mi sexo, él me levantó una de las piernas del tobillo y mi torso empezó a temblar mientras iba viendo como su lanza iba desapareciendo en mi interior, lenta y profundamente.
- Ay jueputa, que grande, ay jueputa que rico
Él únicamente me penetraba y me miraba desde lejos con demasiado morbo, no era una mirada de amor, era una mirada de fuego, una mirada que decía que lo único que quería de mí era comerse a la amiga de su novia.
Por un segundo me había olvidado de ella, cuando al fin me dio un poco de tregua y pude abrir los ojos, ahí estaba sentada en el apoya brazos con su teléfono en la mano, filmándonos, masturbándose con una cara perdida en el morbo y el placer.
No estuvo contenta hasta tener una buena toma en la que se veía mi cara perdida de placer y gritaba como una demente por más y más hasta hacerme venir. Lo hizo poner de pie, me entrego el teléfono, el cual por un momento no filmo nada más que el techo porque no tenía fuerzas ni para sostenerlo.
Ella estaba de rodillas dándole una mamada digna de película porno, escupiendo su miembro, atragantándose con el tanto como podía sin poderlo desaparecer completamente, haciendo ruidos con su boca.
Me quitó el teléfono y se lo entregó a él, me tomo de la mano y me hizo acomodar de rodillas a su lado. Lo apunto en dirección a mi boca y me empujo detrás de la cabeza para hacerme atragantar con su miembro.Lo compartimos un par de veces y hasta reimos chupando su longitud al mismo tiempo lado a lado.
Yo me dediqué a chupar sus bolas y ella se atragantó con él, tomando su mano para que la empujara detrás de la cabeza y por fin le llenó la boca con su leche. Espero a que terminara y se abalanzó sobre mí para compartir su recompensa con un delicioso y apasionado beso que termino por tirarme al suelo con ella encima.
Cuando nos recuperamos un poco me miro con demasiada ternura, corrió mi cabello detrás de mi oreja, sonrió y me miro con esos ojos que ya conocía con anterioridad, esa mirada a la que le tenía pavor, porque sabía que ella era mi verdadero amor.
Él estaba viendo la repetición del video en el teléfono y ni siquiera se percataba de nosotras. Ella se levantó un tanto disgustada, se lo arrebató, le pidió un taxi y lo hizo ir de inmediato, pese a que él prácticamente le rogó que lo dejara quedarse.
Nos fuimos a dar una ducha caliente y lugo a dormir arrunchaditas en cucharita como tanto nos gusta, sin hablar ni una sola palabra del tema. En la mañana me desperte, tratando de no hacer demasiado ruido y me fuí sin despedirme, no quería estar ahí cuando ella despertara.
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Un mes después nos volvimos a encontrar a tomar un café y me contó que habían terminado, porque se dio cuenta de que siempre había estado enamorada de otra persona. Fue la primera vez que nos besamos en público y a partir de ese día decidimos dejar de forzar lo inevitable.
Nos tenemos la una a la otra, y pues si nos da antojo de macho, o de un vibrador de carne y hueso como los llamamos, salimos de cacería y nos damos gusto.